Opinion | 01 Abr La primera mujer víctima de violencia doméstica que se animó a contar públicamente que su seguridad e integridad depende de un dispositivo que controla a la pulsera magnética que debe utilizar su ex esposo, por decisión judicial, dijo que con este elemento se siente “tremendamente segura”.
Las tobilleras se instrumentan desde el pasado 1º de febrero únicamente en Montevideo --en este caso particular, desde el 5 de marzo--. El acusado de violencia doméstica es monitoreado por la Policía, a través de GPS y no puede acercarse a la víctima a menos de 200 metros, por 120 días.
Durante ese plazo, el hombre utilizará la pulsera y la mujer el intercomunicador. La seguridad, que se extenderá por cuatro meses, finalizará en el día número 121. Este caso y otros ocho, padecen la misma incertidumbre. La Policía ha colocado nueve tobilleras en dos meses y hasta el momento no se han registrado violaciones a las restricciones establecidas. Solo que... van 60 días.
En una semana, tres mujeres sufrieron violencia extrema a manos de sus parejas. En Tala, Canelones, un hombre mató a puñaladas a su esposa e intentó suicidarse. En Sarandí Grande, Florida, una mujer se recupera luego de ser baleada por su pareja, que se suicidó. En Nueva Helvecia, Colonia, un hombre mató a la pareja de su ex mujer. Los casos fatales en una semana, ocurrieron –también-- en el Interior, mientras el plan piloto de las tobilleras se desarrolla en Montevideo y en nueve personas.
La seguridad es relativa, porque en algún momento finalizará y aunque el inculpado no pueda acercarse a la víctima, sí puede hacerlo un enviado. Tal como ocurrió con esta experiencia, donde un motociclista desconocido que conducía un vehículo sin matrícula casi atropella a la mujer.
Entonces, da la sensación que el plan de contingencia está incompleto. No se sabe qué ocurrirá a partir del mismo momento en que el acusado se quite la tobillera, si correrá a buscar a su víctima o si finalmente la dejará en paz.
Tampoco se sabe cuánto tiempo pasará hasta que la Policía reciba el alerta y pueda actuar en consecuencia. Mientras que ahora con el dispositivo lo hace en forma inmediata, quedará un interrogante cuando el instrumento finalice su plazo de actuación. Y allí no alcanzarán los ojos para mirar alrededor, ni la intuición femenina que guíe o la confianza suficiente para afirmar que 120 días sirvieron de escarmiento. A partir de allí, la seguridad será tan relativa como la vida.