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Paysandú, Miércoles 10 de Abril de 2013

El cero kilo como respuesta al abuso

Opinion | 07 Abr La política de “cero kilo” anunciada --como sucede cada tanto-- por la Dirección Nacional de Aduanas (DNA), si bien es recibida con beneplácito por los comercios minoristas y mayoristas y sus trabajadores ya que aseguran la continuidad (sobre todo de los más chicos), no debería anunciarse con bombos y platillos, desde que es una de las obligaciones del Ministerio de Economía y Finanzas, de quien depende la DNA, el proteger lo que es el generador de la masa de dinero que recauda el Estado por la vía impositiva.
Si bien está presente aquello de permitir que cuando la relación cambiaria es favorable a Uruguay los menos privilegiados, los más pobres, puedan hacer su surtido del otro lado de la frontera --sea esta Argentina o Brasil--, con la resolución de dejar ingresar hasta cinco kilos de comestibles por semana, esto ha sido tan elástico que además de aquellos que van a pie --muy pocos--, en ómnibus, bicicleta o moto a buscar un bolso, también los que van en auto o camioneta traen esa “franquicia” impositiva... como que lo necesitaran para subsistir.
Además, quienes van en esos vehículos, normalmente no traen fideos, arroz o aceite, sino artículos suntuarios que o bien pueden comprar en los comercios locales o bien no le son necesarios para alimentarse correctamente. Además del tanque lleno de combustible, claro.
Una ciudad de frontera siempre está expuesta a las tentaciones de precios mejores que ofrecen, en nuestro caso, del otro lado del río. Pero por un lado la permisividad de quienes deben fiscalizar (no necesariamente por omisión, sino a veces por una cuestión de vecindad y que “no es mucho” lo que trae cada uno) y por otra parte que hay un “abuso” de esa permisividad por parte de los ciudadanos lleva a que, cada tanto y ante las quejas de quienes pagan impuestos, se actúe “duramente” por parte de las autoridades.
Lo único que puede esperarse desde quienes estamos en la defensa de la producción nacional, del comercio local y del trabajo uruguayo es que de una vez por todas las autoridades --y quienes deben cumplir y hacer cumplir las normas-- lo hagan sin más excepciones que las elementales, y que si hay pobreza que aún no puede ser combatida y se les quiera habilitar a un surtido para alimentarse, se respete de esa manera con un sentido que podría definirse como “solidario”. Pero no a una solidaridad tan amplia que abarque a “necesitados” que viajan todos los días.


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