Paysandú, Jueves 11 de Abril de 2013
Opinion | 09 Abr Pese a que la lógica indica que Uruguay debería resultar beneficiado de una complementariedad energética con Argentina, participando en inversiones de infraestructura para apoyarse en un abaratamiento que surja de los grandes volúmenes de producción y consumo en la vecina orilla, la imprevisibilidad de las políticas de Buenos Aires y un alto grado de irracionalidad de las decisiones en la vecina orilla indican que la realidad es muy distinta de lo que surge de una visión de sentido común.
Es así que según ha trascendido, el gobierno uruguayo evalúa como positivo que Argentina no sea parte del proyecto de la regasificadora que se instalará en la bahía de Montevideo, cerca de Puntas de Sayago. Entre otros aspectos, la evaluación positiva se desprende de que Argentina no tiene capacidad para acceder a créditos –situación que se mantendrá por varios años más– y cuando lo hace paga tasas superiores a 10%, lo que sería determinante para un aumento de los costos de las obras en los que estaría involucrado Uruguay como socio, según da cuenta El Observador.
El matutino indica incluso que desde Argentina se sugirió que Uruguay –que sí obtiene financiamiento en el exterior y a tasas bajas– sea garante de préstamos de Argentina, lo que fue desechado “al toque” por el gobierno uruguayo, teniendo en cuenta además que la asociación con Argentina implicaría además someter todas las decisiones a la aprobación de ambos gobiernos, lo que puede complicar el avance del trabajo.
El proyecto determina que la regasificadora permitirá procesar unos 10 millones de metros cúbicos de gas por día. Originalmente era un proyecto binacional, entre las petroleras Ancap y Enarsa de Argentina, pero las demoras de la administración de Cristina Fernández de Kirchner llevaron al gobierno uruguayo a continuar solo. Uruguay consume actualmente unos 350 mil metros cúbicos de gas por día pero con la regasificadora se espera aumentarlo a 5 millones diarios, ya sea por el uso residencial e industrial, pero más que nada por la necesidad de UTE de alimentar con gas sus plantas de generación de energía.
No hace mucho el presidente José Mujica abordó tangencialmente esta problemática cuando señaló que hasta ahora el gasoducto del sur, que iba a proporcionar gas natural barato al Uruguay, solo ha servido para que corran carreras las ratas, y lo mismo podría decirse del gasoducto subfluvial construido hace más de una década a la altura de Casa Blanca.
Buena parte de la responsabilidad para que se den estos episodios radica en la excesiva credulidad de nuestros gobernantes hacia lo que se dice y se firma una y otra vez con el gobierno de Buenos Aires. Desde hace años, ante el déficit de generación eléctrica y el alto costo del petróleo, se pusieron en marcha conversaciones con la Argentina para construir una regasificadora que permitirá almacenar gas natural licuado (GNL), pero ha resultado imposible llegar hasta ahora a algo concreto, por lo que Uruguay decidió cortarse solo y buscar por sus propios medios hacerse del respaldo energético que tanto necesita.
Según han indicado voceros del gobierno y de la propia UTE, Uruguay se convertirá en un país exportador de GNL y de electricidad con la incorporación de un barco regasificador en Puntas de Sayago y una Central de Ciclo Combinado en Tigre, al punto que se prevé que ambos proyectos comiencen a funcionar entre fines de 2014 y comienzos de 2015.
Debe tenerse en cuenta además que hasta ahora la importación de gas desde la Argentina nos impone trabas muy severas, por cuanto nuestros vecinos tienen déficit energético durante determinados períodos en el año, sobre todo en invierno, y está limitada la importación a solo 300.000 metros cúbicos diarios, lo que no llega al dos por ciento de la matriz de abastecimiento del Uruguay.
Fundamentalmente, nuestro país paga costos muy altos por el gas, de hasta diez veces el precio en el mercado interno argentino, porque se le sobrecarga en la vecina orilla un impuesto a la exportación, por el cual el precio termina en unos 20 dólares por millón de BTU, cuando en Argentina es de solo dos dólares, y a la vez es más del doble de lo que pagan Brasil y la propia Argentina por el gas que comparten en Bolivia, que es de solo 8 a 9 dólares por millón de BTU.
No se trata solo de un escenario irracional que castiga exclusivamente a Uruguay, sino que este mismo drama lo han sufrido los chilenos, a los que el gobierno de Néstor Kirchner en su momento les cortó el gas en pleno invierno, y el gobierno chileno se abocó de inmediato a sustituir las importaciones de gas argentino con un esquema similar al que ahora procura Uruguay, es decir a través de buques regasificadores con abastecimiento diversificado desde varios orígenes de exportación.
El proyecto de la regasificadora y la central de ciclo combinado en Puntas de Sayago y Puntas del Tigre, encarada por Uruguay en solitario, es un proyecto que hará que estemos mejor perfilados en cuanto a respaldo energético, sin depender de nuestros problemáticos vecinos, y sin dudas debería pasar a constituirse en un pieza fundamental de nuestra estrategia, cambiando el paso respecto a tantos años de avatares.
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