Paysandú, Martes 16 de Abril de 2013
Opinion | 10 Abr En tanto gradualmente se suceden los países que se van plegando, con medidas severas, a la campaña mundial contra el consumo de tabaco, corresponde que ante el tiempo transcurrido se procesen resultados y se evalúen los efectos de las medidas restrictivas y la tarea de concientización en cada país.
Debe recordarse que en 2005, con el presidente Tabaré Vázquez, Uruguay inició la incorporación de medidas que fundamentalmente han apuntado a la prohibición de fumar en espacios públicos, además de aumentarse los impuestos, mayores restricciones a la difusión de publicidad y la obligación de colocar imágenes muy duras en los paquetes con advertencia sobre los riesgos para la salud por el consumo de tabaco.
La primera evaluación de carácter internacional se publicó en la revista internacional de medicina The Lancet, hace unos seis meses, en la que se tomaron en cuenta tres medidas de consumo de tabaco, se siguió la evolución del escenario en el período en el que se implementaron las normas y se comparó cómo habían cambiado en el mismo período estas variables en la Argentina, que fue menos restrictiva en cuanto al tabaquismo en ese lapso, teniendo en cuenta que hay patrones culturales similares entre ambos países y que por lo tanto pueden establecerse parámetros de referencia.
La estimación en base a datos de impuestos indica que el consumo en Uruguay cayó a una tasa de 4,6 por ciento anual, mientras que en Argentina creció a un 0,6 por ciento anual a partir de 2005. Según estos datos, las acciones han resultado muy efectivas en reducir el consumo, aunque es posible también que los números no sean exacto reflejo de la realidad, porque pudo haber aumentado en igual forma la venta de cigarrillos de contrabando y que por lo tanto no pagan impuestos.
Sin embargo, datos de los últimos treinta días, de que da cuenta un artículo de Juan Dubra, en Economía y Mercado, del diario El País, referente a adultos, muestra que a partir de 2005 el consumo de tabaco cayó a una tasa del 3,3 por ciento anual, mientras que en Argentina lo hizo a una tasa de solo 1,7 por ciento, en tanto entre adolescentes muestran una disminución de 6,4 por ciento para Uruguay y 2,5 para Argentina.
Reflexiona el articulista que todo parece indicar que las medidas han tenido un impacto significativo en el consumo, y más aún si se tiene en cuenta que cayó un 17,1 por ciento el número de pacientes que ingresó a instituciones médicas con infarto agudo de miocardio, una condición asociada al consumo directo e indirecto de tabaco.
La lucha contra el tabaco, una de las drogas consideradas “blandas” y aceptada socialmente --aunque ahora mucho menos que antes-- es una saludable tendencia global, que en su momento comenzó en los países desarrollados. Con la asunción del oncólogo Tabaré Vázquez a la presidencia, Uruguay se colocó a la vanguardia de esta cruzada y como ejemplo en el mundo, sobre todo porque se ha desarrollado en un país donde la idiosincrasia de la población no es precisamente la de acatar normas y mucho menos hacerlo en forma perdurable en el tiempo. Esto demuestra el alto grado de aceptación y respaldo social con que cuenta esta campaña, y es lo que le ha dado sustentabilidad hasta hoy.
Surge de las estimaciones de especialistas que como aproximadamente el 80 por ciento de los fumadores vive en países de ingresos medios, como Uruguay, y estando en caída el porcentaje de fumadores en los países de ingresos altos, el resto del mundo tendrá una porción creciente en las muertes asociadas al tabaquismo.
En el año 2001, los países de ingresos medios y bajos sufrieron el 70 por ciento de las muertes por esta causa y de acuerdo a esta tendencia se estima que podría llegar al 80 por ciento en el año 2030.
Ello indica que Uruguay sería una mosca blanca en esta estadística, que refleja solo uno --aunque naturalmente también el más importante-- de los efectos negativos del tabaquismo. Pero los uruguayos no solo nos hemos ahorrado muertes y graves perjuicios para la salud de fumadores y de no fumadores, sino también llevando las cosas más o menos a sus justos términos en lo que respecta a convivencia y respeto a los derechos de terceros, es decir de los no fumadores, los que eran obligados a respirar aire contaminado por el humo en ambientes cerrados, incluyendo el ámbito laboral, como si fuera la cosa más natural del mundo.
Precisamente estudios realizados en Uruguay a partir de la implementación primero del decreto y luego de la ley Antitabaco, ponen de relieve estas sensibles mejoras en cuanto a la incidencia negativa de esta adicción en el índice de enfermedades cardiovasculares y cardiorrespiratorias. A ello se suma naturalmente el cambio radical del aire que respiran fumadores y no fumadores en sus respectivos lugares de trabajo y las áreas cerradas en que está expresamente prohibido fumar.
Sin dudas la gran mayoría de la población ha apoyado esta cruzada con un grado de conciencia que sin embargo no pone de manifiesto en la misma medida en otras áreas que son también importantes en beneficio de la salud y para la vida cotidiana, como es por ejemplo el tránsito, por lo que estamos realmente ante un fenómeno sico-social que rompe, felizmente para bien, con una cultura latina de prescindencia y escaso sometimiento a las normas, sea de la índole que sean.
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