Paysandú, Sábado 20 de Abril de 2013
Opinion | 15 Abr Mientras continúa la polémica en torno a la propuesta de regular el consumo de cannabis, bajo el argumento que la prohibición no ha acabado con la comercialización ni consumo problemático de drogas, el gobierno anunció que este mes enviará una iniciativa para modificar la carga tributaria de las bebidas alcohólicas y obligará a comercios y distribuidoras a adquirir una licencia para su expendio. En 2012 un equipo de técnicos estudió el tema a solicitud del Poder Ejecutivo y sugirió quitar la protección que tiene el vino, pero es un aspecto no compartido por el presidente José Mujica.
Desde el año pasado, la Junta Nacional de Drogas (JND) propone la creación de una Unidad Reguladora de las Bebidas Alcohólicas para realizar la fiscalización en forma conjunta con las intendencias, Ministerio del Interior e INAU. El proyecto de la JND llegará “suavizado” al Parlamento, en cuanto a algunas limitantes propuestas originalmente.
Con el dinero recaudado por la venta de esas licencias, el Ejecutivo pretende que descienda la cantidad de lugares donde se vende alcohol y, por otro lado, contribuir al financiamiento de clínicas para la recuperación de consumidores problemáticos. Los datos oficiales han demostrado que el alcohol es una de las principales adicciones de los uruguayos, vinculado además a la violencia doméstica y la siniestralidad en el tránsito. De hecho, un país con 3.200.000 habitantes tiene 260.000 consumidores problemáticos de alcohol, de los cuales 63.000 requieren ayuda profesional o tratamientos, además de ubicarse entre los mayores consumidores a nivel internacional, con 180 millones de litros al año. Según la JND, la edad “de moda” para comenzar a consumir en Uruguay es 15 años y cada vez son más las mujeres.
En general, el consumo de sustancias aparece como causal de violencia verbal, física o psicológica. Sin embargo, esta “droga socialmente aceptada” sigue demostrando su poder hacia una sociedad que banaliza o demoniza, según la carga cultural que sostenga. Y esta carga es más fuerte cada día, a pesar de que las nuevas generaciones se tecnifican y tratan de cambiar conceptos o creencias arraigadas en sus mayores.
Pero el alcohol sigue allí, convenciendo al varón que será más hombre si lo consume, a los jóvenes que es de “buena onda” participar en algún “alcoholfest” o en la imprescindible “previa” y a las mujeres, la demostración del desprejuicio. Incólume e inhiesto, nos vuelve más vulnerables cada día, transformando a quien abusa en una caricatura miserable de la condición humana.
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