Paysandú, Lunes 22 de Abril de 2013

No estamos a cubierto de lo que pase en Argentina

Opinion | 18 Abr Pese a que en principio estamos en una situación económico-financiera mucho mejor que en la crisis de 2002, no es menos cierto que lo que ocurra en la Argentina, bueno o malo, habrá de repercutir en nuestro país, y lo que es peor, lo que vaya a suceder del otro lado es completamente imposible de predecir.
También en la crisis de 2002 había quienes decían que Uruguay no iba ser sacudido por lo que ocurriera en la vecina orilla y todos sabemos lo que ocurrió, al precipitar la crisis más grave de los últimos cincuenta años en nuestro país.
En nuestros días el escenario ha cambiado significativamente en ambos países, por cierto, pero sin dudas que los condicionamientos de política interna de Argentina, con sus gobiernos voluntaristas, los subsidios cruzados y precios por debajo de los costos reales de producción, hacen que se esté ante un tejido socioeconómico muy delicado, y con manifestaciones condicionadas a los avatares políticos, como es el caso de las elecciones generales y legislativas.
Es archiconocido, por ejemplo, que el gobierno argentino disfraza la inflación real, que se estima es de un 25 por ciento anual, cuando el índice oficial Indec la sitúa en un diez por ciento, a efectos de intentar mantener las cosas bajo control y evitar que la deuda pública indexada se dispare. Pero los precios no pueden contenerse así como así, y la inflación real empuja seriamente, al punto que el gobierno decidió congelar los precios –inicialmente sólo por seis meses--, en acuerdo con las grandes cadenas, y a la vez dispuso una medida similar para los combustibles, en todos los casos pretendiendo desactivar el incontenible aluvión de los precios.
El punto siempre pasa por desentrañar cuánto de sustentable tiene una maniobra de esta naturaleza, porque al igual que las aguas, siempre los precios y la relación de valores van a buscar su nivel; y ello puede hacerse gradualmente, o llegarse a circunstancias en que este equilibrio se retome traumáticamente, como ha sido la constante en estos países cada cierto tiempo.
Existe consenso en los analistas económicos uruguayos respecto a que la situación en la Argentina a esta altura resulta muy difícil de contener, y que la interrogante no pasa por si habrá algún ajuste, sino que la pregunta es cuándo éste tendrá lugar, en el entendido de que postergarlo siempre puede agravar los efectos posteriores.
Uno de los analistas de la situación argentina, el economista Jorge Caumont, en artículo del suplemento Economía y Mercado del diario El País, indica que en la Argentina “cada vez es peor la situación macroeconómica, cada vez son peores las perspectivas de corto plazo si no se intentan políticas correctivas diferentes y porque las medidas que se requieren o se deben emplear para estabilizar la economía son frontalmente negadas o inaceptables para un gobierno como el de Cristina Fernández”.
Para Caumont, un diagnóstico rápido de las características macroeconómicas de la nación “que tanto ha influido, influye e influirá sobre la nuestra es revelador de tantos desajustes y problemas que en cierto lapso, más tarde o más temprano, los generará, y serios, a la economía uruguaya”.
Considera que la economía argentina ha dejado de crecer, que los datos más recientes muestran que la industria y el comercio, pero también otros sectores como la agricultura y otros terciarios, vienen comportándose en baja respecto a como lo venían haciendo en los meses iniciales de 2012, un año atrás. Y las perspectivas son de “continuidad del deterioro productivo, incluyendo el del sector agrícola, fuertemente desestimulado por retenciones altas a las exportaciones y al que se le liquida la moneda extranjera que recibe por sus exportaciones a un tipo de cambio sensiblemente menor al que rige en el mercado”.
A esta desaceleración se agrega una inflación que duplica la que anuncia el gobierno, y un creciente desequilibrio de la balanza de pagos pese a las prohibiciones para importar, mientras sigue aumentando el gasto público.
Lo que sí es previsible es que de acuerdo a la experiencia, todo ello nos va a afectar en mayor o menor grado, y que la crisis se va a contagiar al Uruguay, de una forma o de otra. Y aunque a diferencia de 2002, actualmente no somos tan dependientes de los depósitos bancarios de los argentinos –que acá provocaron la corrida al haberse instrumentado el corralito del otro lado--, por lo pronto va a haber menores compras de bienes y servicios del Uruguay y se reduciría la inversión inmobiliaria, así como el ingreso de divisas por turismo caería estrepitosamente, como algunos de los coletazos de la crisis, solo por mencionar males menores posibles y ante lo que debemos estar muy atentos, en lugar de sentirnos tan seguros de lo bien protegidos que estamos.


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