Paysandú, Miércoles 24 de Abril de 2013

El valor agregado ausente

Opinion | 22 Abr Cuando el Uruguay va a tener este año una cosecha record de soja, del orden de dos millones y medio de toneladas, y a la vez se ha registrado un crecimiento de las exportaciones, aún en el marco de cierta desaceleración, difícilmente podría asimilarse, en principio, que la columna vertebral de nuestra actividad exportadora, el agro, esté en problemas y estancado.
Claro, hay varias formas de ver la realidad, y no solo través de los números sino teniendo en cuenta otros parámetros y condicionantes que indican que en el agro no todo son rosas, y que más allá de la aparición de algunos renglones nuevos, a veces en desmedro de los tradicionales, todavía se está lejos del salto de calidad que requiere el país para proclamar que hay crecimiento con cierto desarrollo.
Ya en comentarios del economista Julio Preve, columnista del suplemento Economía y Mercado del diario El País, se han señalado voces de alerta respecto a que debe evitarse la confusión respecto a la situación de nuestro agro, pese a que se estén exportando grandes volúmenes de materia prima para mercados muy receptivos todavía, y que pagan buenos precios. Lo que se produce se cotiza bien en el exterior, pero como contrapartida han aumentado tremendamente los costos para producir, principalmente debido al peso del Estado en la ecuación.
En esta misma línea se sitúa el análisis del ingeniero agrónomo Juan Peyrou, quien integró y dirigió la Oficina de Programación y Política Agropecuaria (Opypa) del Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca entre 1979 y 2011, para desde entonces actuar como asesor privado y formar parte del Programa de Agronegocios de la Universidad Católica.
En declaraciones a El Observador, el profesional considera que el gobierno de izquierda juega con fuego al arremeter “contra el único sector que es capaz de vender su trabajo en el exterior”, y asegura además que la pérdida de competitividad es similar a la que existía previo a los últimos dos quiebres bancarios de 1982 y 2002, lo que ha provocado que grandes frigoríficos hayan paralizado algunas de sus plantas de faena.
Considera el ex jerarca de Opypa que en el actual gobierno persiste una carga ideológica contra el agro que comenzó en 2006 con el denominado “asado del Pepe” y continúa hasta la actualidad con la instalación del ahora derogado Impuesto a la Concentración de Inmuebles Rurales (ICIR) y luego la reinstauración del Impuesto al Patrimonio para compensar lo que se dejará de percibir por el impuesto ante el gravamen que fracasó.
En este contexto subraya que “el agro dejó de crecer y este año posiblemente tampoco va a crecer. No se puede decir que cuando le va bien es el clima y cuando va mal es el gobierno, pero la realidad es que no hay inversión. Entre 2006 y 2011 el PBI creció el 40 por ciento y el agro perdió 1 por ciento. No está creciendo desde 2006 porque la inversión está parada y eso no es propaganda política. El agro es el único que puede vender trabajo uruguayo en el exterior que ni el turismo puede, porque es caro”.
Pregunta asimismo Peyrou “¿quién financia esta fiesta del mercado interno en donde todo el mundo gana toneladas de dinero? A través de un sector competitivo que es el agro, pero en el largo plazo no se puede sostener y si tenés estancamiento es una bomba con la mecha prendida: algún día esto se complica”.
Considera igualmente que “probablemente esto no explote mañana, pero la historia ya nos ha enseñado de esto. A los que dicen que hay que abandonar los productos primarios y dedicarse a otra cosa, yo indico que agregar valor es caro y no es culpa del agro, sino que Uruguay es caro”.
Este es precisamente un punto que hemos señalado en más de una oportunidad, porque con este panorama de estancamiento de la inversión, que se mantiene, y sin agregar valor a la producción primaria, solo estamos dependiendo de los precios externos de materias primas a las que se vende en crudo, porque tenemos ventajas comparativas para producir, pero sin agregar trabajo, porque el Uruguay es caro para producir. Pero además le hemos perdido el respeto al dinero, el dólar “no vale nada” y todo lo mucho que se gana en la venta de commodities y carne en el exterior, se esfuma en sueldos que hace diez años nos parecían inalcanzables pero que ahora apenas dan para subsistir. Toda la cadena se ha encarecido, y mientras una motocicleta se cambia como quien compra zapatos, los alquileres, la construcción y la energía –por poner algunos ejemplos-- están por las nubes.
Es que el Estado uruguayo es muy caro, por lo cual aplica fuertes impuestos y cargas sociales.
El punto es que seguimos padeciendo serios problemas estructurales que ni siquiera se han rozado todavía, mientras las cosas pueden cambiar de un momento a otro si la coyuntura favorable internacional se revierte, sobre lo que ya tenemos señales cada vez más frecuentes, sin haber hecho bien los deberes.


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