Paysandú, Sábado 04 de Mayo de 2013
Opinion | 27 Abr La política del gobierno argentino de fijar administrativamente el valor del dólar por fuera de los equilibrios macroeconómicos, instrumentando un “corralito” para quienes quieren disponer de la divisa, desde el turista a los exportadores e importadores, se inscribe en un dirigismo que pretende paliar los efectos de los incumplimientos financieros del vecino país, que le han cercenado toda posibilidad de contar con crédito internacional. Es decir que la viveza de ayer, con el “default” gritado a los cuatro vientos como un triunfo de un país libre de las potencias económicas del mundo –medida que por acá muchos aún aplauden--, es el cáncer que hoy está fagocitando el país, a pesar de todas sus riquezas.
A pesar de las restricciones a las importaciones para intentar hacerse de dólares, han resultado insuficientes para convencer a los operadores de las “bondades” de la situación económica argentina, y no puede extrañar que tras haberse creado el mercado negro del dólar, la cotización de la divisa norteamericana haya trepado insistentemente hasta casi duplicar la cotización “oficial”.
Pese a que están entrando ya los dólares de la gran cosecha sojera, este ingreso no alcanza a compensar la desvalorización de la moneda argentina en el mercado negro. En las tres primeras semanas de abril ingresaron al país más de U$S 2.000 millones. En teoría, esto permitiría revertir el preocupante descenso de las reservas en el Banco Central y además pondría paños fríos en el mercado cambiario, tranquilizando al dólar paralelo.
La realidad, en cambio, es que las reservas continuaron cayendo y el dólar blue se disparó a toda velocidad, ya por encima de los 9,20 pesos argentinos y abriendo una brecha de 77% respecto del tipo de cambio oficial (5,18).
A primera vista, la explicación parecía contraria al sentido común, pero tenía una lógica irrefutable: el Banco Central debía emitir pesos para comprar las divisas, y esos pesos, al estar imposibilitados de ir a la ventanilla del dólar oficial por las restricciones cambiarias, terminarían engrosando la demanda por el dólar paralelo.
En todo caso, en los economistas coinciden es en que la suba del blue tiene una causa de fondo, y que va más allá de qué tan rápido se exporta la soja. El tema es la expansión monetaria y la pérdida de competitividad.
Mientras tanto, otro debate empieza a ganar el centro de la escena: el de cuánto tiempo podrá aguantar el gobierno antes de admitir una devaluación, que es otro elemento en juego ante la distorsión enorme de la política económica.
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