Paysandú, Sábado 04 de Mayo de 2013
Opinion | 03 May De acuerdo a la evaluación del Banco Mundial y de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), América Latina seguirá creciendo a tasas moderadas este año, con la salvedad de que las economías que más lo harán serán las de Paraguay, Panamá y Perú, en un contexto regional que igualmente mantiene un perfil favorable, aunque ya sin el “viento de cola” de los últimos años.
En realidad no hay viento de cola pero tampoco de frente, es decir que lentamente ha ido virando a un sentido neutro del escenario económico mundial, que sigue presentando incertidumbres y muy pocas certezas, y sobre todo, deja a cada país como responsable de su propia situación. Es decir que se ha pasado de una situación externa netamente favorable, como en los últimos ocho años, a depender básicamente de las cosas que se hagan o se dejen de hacer internamente para que la economía se dé lo mejor posible.
El analista internacional Andrés Oppenheimer, al evaluar la situación regional para El País, indicó que los organismos están moderando sus pronósticos a veces demasiado optimistas de hace unos dos años.
Refiere a que según un nuevo informe sobre Latinoamérica del Banco Mundial, titulado “América Latina y el Caribe sin viento a favor en busca de un mayor crecimiento”, Latinoamérica crecerá un 3,3 por ciento este año, ante un 3 por ciento del año pasado, significativamente por debajo del índice de crecimiento promedio del cinco por ciento de la última década.
La estrella económica en la región en 2013 será sobre todo Paraguay, que crecerá un 11 por ciento, en tanto Panamá lo hará en un 9 por ciento y Perú en un 8, es decir a tasas asiáticas, en tanto del medio de la tabla para abajo quedan países como Uruguay, Argentina y Brasil, con poco menos de un 3, detrás de Chile, Colombia y Bolivia, que crecerán un promedio del cinco por ciento, y último se ubicará Venezuela, con un 0,1 por ciento.
Claro, hay situaciones y situaciones, y debe tenerse presente que no todos parten de la misma base en cuanto a su crecimiento, pero sí son valederas las tendencias, que indican que en el caso de los países del Cono Sur latinoamericano se registra un enlentecimiento significativo, en contraste con la persistencia del ritmo en otras áreas del subcontinente.
Los ejes del crecimiento en los países ubicados al tope tienen orígenes distintos, pues mientras Paraguay partirá de cosechas récord de granos y está en plena expansión agrícola, similar a la que vivimos en Uruguay hasta 2010, Panamá recibe importantes inversiones producto de las reformas en el Canal de Panamá, en tanto Perú se beneficia de inversiones excepcionales gracias a las políticas económicas abiertas a la inversión que están en marcha desde hace más de una década.
El informe del Banco Mundial señala que los vientos de cola que ayudaron a gran parte de Latinoamérica a crecer rápidamente en la década pasada, tal como los altos precios de las materias primas y el constante aumento de las importaciones de China, ya no soplan más, por lo que América Latina se encuentra en un entorno global neutro, y por lo tanto el crecimiento futuro dependerá de las políticas de cada país y no tanto de los factores externos.
Por supuesto, desde ahora el desempeño de cada país dependerá de cómo se han asumido las materias pendientes y si se ha actuado con previsión para cuando las cosas cambiaran. Si bien no puede decirse que el clima internacional es adverso, sí puede asumirse sin dudas que no es tan favorable como antes, pese a que se mantienen los altos precios de las materias primas, como los granos, y no han subido las tasas de interés, porque sigue la incertidumbre europea y la economía de Estados Unidos todavía está convaleciente.
Pero la realidad no puede ser ignorada, y ahora corresponde evaluar en cada país si se han hecho los deberes, y por lo menos tener el sentido común de haber invertido parte de los ingresos extraordinarios en áreas que tiendan a dar sustentabilidad al crecimiento generado en la década favorable.
Y en realidad, entre realidades diversas, puede asumirse que en Uruguay no se ha cumplido ni por asomo con esta premisa, porque se ha aumentado el gasto público a grado tal que ha superado el crecimiento por ingresos adicionales, sobre todo en políticas sociales y costos fijos para el Estado que no tienen retorno y que serán un gran contrapeso cuando no se cuente con ingresos extraordinarios. Tanto es así que el presidente José Mujica anunció recortes en las inversiones públicas para reducir el gasto del Estado, cuando es claro que lo que debió hacerse cuando se podía era achicar al Estado y hacerlo más eficiente. Hoy estamos embretados en una reforma de la Salud que fracasó, pero que seguirá costando al país tanto como cuando derrochábamos la plata porque sobraba, y lo mismo sucede con la Educación, que ahora es mucho más cara pero está peor que hace diez años. Por otra parte, creamos un ministerio que tampoco puede justificar demasiados éxitos, pero que a la hora de gastar es un barril sin fondos y sigue exigiendo recursos para alcanzar objetivos que no están claros. Cuesta imaginarse entonces cuánto más habría que asignarle al Mides si un esbozo de crisis azotara al país, por cuanto todo lo que se gastó en ayudas y asistencia social se hizo cuando las cosas iban bárbaro, o sea cuando menos recursos se necesitan con esos fines.
Por lo tanto, el futuro inmediato dejará al desnudo aciertos y errores que se han cometido en un período excepcionalmente favorable, que fue una oportunidad única para corregir falencias históricas en infraestructura y ponernos a tono con los cambios que se procesan desde hace años en el mundo. Habrá que ver cómo nos desempañamos de ahora en más.
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