Paysandú, Viernes 10 de Mayo de 2013
Opinion | 05 May De la ola cultural de los ochenta poco queda en Paysandú. Y del entusiasmo de los sanduceros por participar en actos culturales, también. La nuestra supo ser una comunidad que marcó época en la cultura, por ejemplo en la teatral, cuando gracias al empuje de su movimiento escénico se logró en 1982 establecer aquí el primer encuentro de teatros del Interior y posteriormente, con ese mismo empuje, se pudo concretar la Asociación de Teatros del Interior (ATI), una entidad que también ha ido perdiendo fuerza con el paso de los años, y que hoy se parece más a un ghetto que al lugar al que deberían llegar todos los grupos de teatro del Interior.
De aquellos tiempos del Grupo Teatral del Cine Club Paysandú, Teatro Ciudad de Paysandú, Nuevo Teatro, Aras y otros, de aquella época en la que todos los fines de semana había más de un espectáculo teatral en cartelera, ya (prácticamente) nada queda. Y tan es así que Paysandú, que aún ostenta el título de “capital del teatro del Interior”, hoy por hoy no tiene siquiera una sala teatral. No hay una sala que pueda considerarse realmente un teatro, con las condiciones mínimas que esto exige.
Esta situación se arrastra desde hace tiempo, porque una a una fueron desapareciendo las salas independientes. Hasta el propio “Carlos Brussa”, construido con el empuje de los pioneros de Aras y el apoyo de la población, hoy no puede considerarse una sala teatral. Allí, como en los tiempos en que “Casimiro” tenía su taller en una habitación delantera, hoy residen familias en el edificio.
Esta triste realidad había quedado oculta porque estaba en funcionamiento el Teatro Florencio Sánchez. Aunque no contaba ya con un buen equipamiento técnico y los problemas estructurales eran apreciables, permanecía abierto y eso creaba la falsa realidad de que en Paysandú había salas teatrales.
Lo mismo ocurría con el propio movimiento teatral en sí mismo. Los esfuerzos de Imaginateatro se han sustentado en el apoyo de Fondos Concursables y similares programas del Ministerio de Educación y Cultura, y ni aun así pudo mantener su sala, pues el inmueble debió ser entregado. Por otro lado, el Taller de Teatro tiene escasa o nula actividad local. Hay alguna otra experiencia, como la del Paysandú Teatro Itinerante Colectivo, que precisamente por no tener sala se presenta en espacios no convencionales.
También hay cursos de teatro, tanto en Casa de Cultura como a nivel privado. Pero nada de eso genera un nuevo movimiento. Obviamente una cosa lleva a la otra, y el desinterés del público se sustenta en la falta de propuestas. Al mismo tiempo, resulta difícil producir puestas en escena si probablemente no haya público que las financie. Este año se realizará una nueva bienal de teatros del Interior, y hasta el momento la sede sigue siendo Paysandú. Es decir que una ciudad sin salas será la sede del principal encuentro del interior del país. Peor aún: desde la anterior bienal se perdió la unidad entre los grupos sanduceros que se encargaban en conjunto de la organización, y ahora un solo grupo debe encargarse de organizar todo.
La principal cuestión será encontrar salas. Por ejemplo, el auditorio “Miguel Ángel Pías” o la sala “Maestro Ferrari” del Centro Universitario de Paysandú. Las dos cumplen mínimamente con los requerimientos técnicos, pero existe el inconveniente de que en ninguna de las dos se permite cobrar entrada.
Al menos en la que es pública, la municipal, claramente puede decirse que eso es un disparate. Pero especialmente lo es no darle a la cultura su debido lugar, porque el del artista también es un trabajo, e impedir cobrar entrada es no reconocerlo.
La bienal de teatros --pese a que nunca en su historia fue un éxito de público-- necesita solventarse, porque los recursos que se aportan desde la Intendencia o algún otro organismo público, no son suficientes. Entonces, no se pueden dar el lujo de la entrada gratis para todos.
Paysandú debe luchar por conservar la sede de la bienal, pero por sobre todo por tener una cultura teatral fuerte y consolidada como la supo tener. Al mismo tiempo, tiene que generar en el público el interés por el teatro como expresión artística.
Ninguno de esos objetivos es sencillo pero, claramente por proximidad, la organización de la bienal está en primer lugar. Quizás sea tiempo de abrir las puertas y constituir una comisión organizadora que no necesariamente esté integrada por teatristas; quizás sea tiempo de pedir a las empresas sanduceras que adquieran algunas entradas para luego obsequiar a sus clientes; quizás sea tiempo de pensar seriamente en recuperar para la comunidad al “Carlos Brussa”. Pero de lo que no existen dudas es que es tiempo de trabajar. Y de hacerlo seriamente.
Lo cotidiano le gana espacios a lo trascendente. No es de ahora, siempre ha sido así; pero es ahora mismo cuando los sanduceros lo vivimos más descarnadamente. Los esfuerzos culturales son individuales y tienen en general escasa repercusión.
Paysandú ya no es aquella ciudad que brillaba por sus expresiones artísticas. En lo que refiere a la escena teatral, claramente hay un retroceso. Y no precisamente para tomar impulso.
La próxima bienal de teatros pondrá a prueba el temple sanducero. Una vez más.
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