OPINIÓN

Locales | 05 May Por Alfonso Ma. Ramos Inthamoussu. Cuando el Estado está omnipresente y su burocracia debe autorizar y controlar todo lo que se hace en una comunidad, la sociedad se adormece y pierde creatividad. Este decaimiento en los emprendimientos e iniciativas ciudadanas agosta toda pujanza social y favorece a su vez una mayor dependencia de los organismos y de las ayudas estatales y municipales. Se puede transformar en un círculo vicioso. Por eso son tan alentadoras las noticias que recoge El Telégrafo sobre la reapertura de “Estación Merinos” y la conclusión de la primera etapa de la restauración de la Basílica.
Resulta conmovedora la lectura de la noticia publicada por el Telégrafo el pasado 26 de abril, sobre la apertura ese mismo día de la estación de servicios Merinos SRL. Sus dos propietarias,- la Dra. Montes y la Esc. Irigoyen, originaria de Merinos la primera y de Guichón la segunda-, salieron al cruce de expresiones realizadas por el dirigente político David Doti, afirmando con legítimo orgullo “ningún político nos ayudó”. No es la primera vez ni será la última que los actores políticos, aprovechando el excelente acceso a los medios de comunicación de que disfrutan, intenten reclamar la copropiedad intelectual de trabajosos emprendimientos de particulares y de ciudadanos.
Días más tarde, el lunes 29 de abril, EL TELEGRAFO recogió declaraciones nada menos que del Director de la Corporación Nacional para el Desarrollo, quien asimismo reclama para sí, durante su período como director en Ancap, haber batallado durante 3 años para conseguir la instalación de la estación de servicios de Merinos, así como promover la de Tambores y Puntas de Gualeguay. Seguramente ha sido tal como lo afirma el Ing. Agr. Carlos Camy, pero impresiona la desproporción entre lo conseguido por dos emprendedoras en Merinos, una zona con baja densidad demográfica, -sin apoyos políticos y sin la ayuda “de quien sale en el diario”- y la lentitud de procedimientos del gigante del combustible en nuestro país, un gigante por cierto monopólico.
No menos llamativos son los hechos recogidos por EL TELEGRAFO el domingo 28 de abril, cuando se informa que la primera etapa de la restauración de la Basílica no ha contado con apoyo económico a nivel nacional ni departamental, sino que se ha financiado con multitud de apoyos particulares. Y sorprende porque la Basílica esta dramáticamente unida a la historia de nuestra ciudad, símbolo viviente de su heroicidad y que constituye en sí misma un noble edificio, con un envidiable emplazamiento. Un estilizado dibujo de su fachada es recurridamente utilizado para simbolizar o representar a Paysandú, incluso en folletos de la Intendencia Municipal.
Más grave aún es la afirmación del párroco Antonio Mazza de que los trámites y permisos para llevar adelante esta etapa de la restauración le han insumido más de dos años, “no por problemas concretos sino por el papeleo, porque todos estaban de acuerdo en la restauración”. Ocurre muchas veces que no sólo no hay fondos para objetivos comunitarios sino que la burocracia pone obstáculos que demoran a veces indefinidamente las iniciativas. En el caso de la Comisión del Patrimonio de la Nación no se pedía apoyo económico y el proyecto estaba a cargo de prestigiosos y experimentados arquitectos. ¿Es posible encontrar ejemplos más palmarios del freno social que impone la burocracia?
La importancia de los medios de comunicación para dar a conocer las iniciativas ciudadanas es enorme si queremos una sociedad próspera y solidaria. De la misma manera que es clave el rol de los medios para dar transparencia a los complejos entramados burocráticos. En resumen, en muy buena medida una sociedad democrática depende de una información veraz y de un periodismo que investigue.
El creciente uso de la expresión sociedad civil recoge la necesidad creciente de reconocer que la vida social transcurre en las comunidades locales, en las instituciones educativas, en las empresas, en las asociaciones gremiales y en las organizaciones no gubernamentales. Porque se ha de evitar que todo esté siempre teñido de color político y enturbiado por las pujas electorales.