Locales | 08 May La soldado de la vida
Por los rabillos de mis ojos, te veo cada mañana. Por debajo de mis cobijas, veo tus movimientos como el de una leona. Y por como combates la vida junto a los tuyos, sos mi centinela. Cada día, me miras y me arropas para la escuela, y un beso me das en las mejillas.
Tus ojos me acarician, con amor me dices muñeca mía eres tú. Sé que en la tierra hay otras como tú, que para acariciar a sus seres queridos se trasladan a las cárceles, hospitales, orfanatos y casi de arrastro llegan. Visitándolo no los olvidan.
Otras viajan a lejanas tierras, noches y días, en sus corazones van palpitando, son mis florcitas, mis hijos obras mías. Un ministro dijo que eres como un segundo administrador del presidente, y depende de ti, para la economía de su mandato de la tierra mía.
Por ahí rueda una vieja historia de los abuelos, cuenta que el creador un día, dio una orden a una soldado como tú; se llamaba María, pidió prestado su vientre para Navidad, a su dolor de mujer, así tener un canal. Bajar a la Tierra y calmar el dolor, la desesperanza, en la gente. Aliviar en la muerte de su luz, así dejó en el pesebre, una estela de amor hasta hoy día.
Por eso, hoy en tu día, madre querida, te condecoro con este galón. En tus fuertes hombros, soldado de la vida, tienen flores y espinas. Estas últimas, no me alejarán de tu amor de madre, sé que me cuidarás hasta que vuelva a la vida, porque sos mi centinela noche y día.
Y sé que soy obra tuya, hasta que la tierra me tape. Me celarás como tu hijo, madre querida. Carlos Alvez