Paysandú, Domingo 12 de Mayo de 2013
Opinion | 06 May El recurrente tema de la violencia en una sociedad globalizada y apegada a estándares de vida y consumo, sigue ocupando los primeros planos de los medios de comunicación masiva. Incluso el asunto comenzó a ganar posiciones en los últimos años, luego de estar ubicado al menos a la mitad de la tabla, ayudado por la insistencia de los titulares.
A nivel gubernamental, primero se banalizó el hecho como una estrategia de la oposición, después se lo relativizó y finalmente se optó por reconocer que algo estaba pasando. Y allí se comenzó a actuar, porque los datos eran demasiado elocuentes. Ahora, observamos con tristeza que la violencia se ejerce cada vez a menor edad.
El Programa Escuelas Disfrutables, de Educación Primaria, atendió más de un centenar de casos de abusos, maltrato y abandono de niños el año pasado y los docentes reconocen que las situaciones van en aumento. Además, aseguran no contar con la capacitación necesaria que cada hecho requiere, salvo algún seminario aislado, según el director de Primaria Héctor Florit.
La violencia en los hogares, en las redes sociales y la que registran los medios que denuncian actos de violencia, con opiniones o naturalizando algunas situaciones, influyen en una sociedad que se encuentra en la paradójica situación de denunciar la violencia en los otros, pero no a partir de cada uno.Existen “los otros”, pero no “nosotros”.
Desde las bases culturales que son el cimiento de las formas de actuar, se observa la falta de debate y la creencia de que pensar distinto es pensar en contra. Cualquier opinión diferente es motivo de insulto o agresión y a eso lo miran los niños que empezarán por un empujón, seguirán por una patada y así continuará en la adolescencia. Incluso padres que agreden a los maestros ante su inconformidad por los límites que se imponen en una clase.
Los docentes no cuentan con equipos técnicos que los apoyen para enfrentar estas situaciones que se perfeccionan. En este sentido, las redes sociales han servido para continuar canalizando la violencia de otra forma, pero también se ha banalizado y ha resultado muy permisiva la exposición de un niño frente a los diversos medios electrónicos, cuyo control necesariamente se deberá ejercer en el hogar. Por eso, todos contribuimos a la violencia que denunciamos y somos partícipes ante la naturalización y relativización de los hechos, según nos convenga. También en la culpabilización que le imponemos a los “otros” y nunca a “nosotros”, imposibilitados de poder decir “yo” alguna vez, pero no desde el ego sino en el humilde posicionamiento individual y de responsabilidad que cada uno tiene en la sociedad. No olvidemos que la capacidad de observación comienza a agudizarse en la niñez. Después no nos quedemos con el cliché de que “otro mundo mejor es posible”.
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