Paysandú, Domingo 12 de Mayo de 2013
Opinion | 08 May La apuesta al factor diferencial de la calidad, en un país de pequeña escala como el Uruguay, debería ser una de las premisas sobre todo para sectores productivos que todavía están en plena expansión, pese a contar con buenos mercados potenciales, tanto en lo interno como en lo externo.
Uno de estos renglones que tiene muy buenas posibilidades de expansión es el cultivo de olivos y la consecuente elaboración de aceite de oliva, desde que contamos con tierras y climas muy aptos para su desarrollo.
El cultivo comercial del olivo en Uruguay comenzó hace 70 años pero recién en el transcurso de la última década el sector ha logrado un grado de desarrollo significativo. La cantidad de empresas que se dedican a la producción de aceite de oliva en nuestro país ha ido en ascenso, y es así que mientras en 2011 la Asociación Olivícola Uruguaya (Asolur) contaba con 80 socios y 8.500 hectáreas plantadas, hoy son cien los socios, que explotan 9.000 hectáreas.
Del total de la producción, el 95 por ciento se destina a la elaboración de aceite de oliva mientras que el otro 5% se vuelca a aceitunas de mesa, a la vez que los primeros cultivos concentrados en el sur del país han dado lugar a la producción al norte del río Negro. Incluso actualmente hay plantaciones en Paysandú y Salto, que se han integrado a la producción.
Ocurrre que aunque el aceite de oliva extra virgen uruguayo es visto con muy buenos ojos a nivel internacional, en las góndolas de los supermercados la competencia contra las marcas importadas es hasta ahora desigual, y es así que de la cantidad de aceite de oliva que consumen los uruguayos solo un 10% corresponde a productos nacionales, mientras que el otro 90% es importado desde distintos orígenes, fundamentalmente desde la Argentina.
Esto se debe a dos motivos: los precios de aceites importados son más bajos como consecuencia del precio del dólar, así como la falta de conocimiento del público uruguayo sobre la calidad de los productos que hay en el mercado también estaría incidiendo, opinan los productores.
Precisamente el tipo de cambio deprimido conspira contra las plantaciones locales, que tienen altos costos de producción y no pueden competir contra los similares importados, porque además se trabaja con otra escala. Es así que los costos exacerbados hacen que la rentabilidad sea deprimida o nula si se debe competir con los valores de los importados en las góndolas.
Darwin Marigliani, director de la empresa De la Sierra, segundo productor de aceite de oliva extra virgen en el país, explico a Café & Negocios de El Observador que existe una “competencia desleal” y explicó que “como consumidores no tenemos mucha idea de lo que es un buen aceite de oliva y a su vez algunos países europeos son muy famosos por este producto. La realidad es que el aceite importado es de muy mala calidad y muchas veces no tiene los controles pertinentes”.
Con este concepto, el objetivo que los productores agremiados en Asolur para este año es aumentar el consumo de productos nacionales en 20% y para ello, apuestan a los mecanismos de control que les permitan a los consumidores saber cuál es la verdadera calidad del aceite.
Marigliani señaló que existen dos controles: uno de tipo físico-químico, que es técnico, y otro de tipo sensorial, que se hace a través un panel de catadores. Adelantó que en base a un acuerdo firmado entre el Laboratorio Tecnológico del Uruguay (LATU) y la Facultad de Química de ahora en más podrá controlarse de forma aleatoria que los productos importados en plaza cumplan con los análisis pertinentes, tanto sensoriales como químicos.
“La idea es lanzar campañas a nivel público para que se difunda cuál es la calidad de los aceites nacionales versus los importados. Estos mecanismos de control van a permitir aumentar el consumo de productos nacionales”, consideró Marigliani.
Debe tenerse presente que el desarrollo en el sector también está marcado por la diversificación de los productos, desde que además del aceite de oliva, empresas del sector van a incursionar en los productos cosméticos elaborados en base a este cultivo y sus derivados.
Esta diversificación es bienvenida, por cuanto permitirá mejorar la ecuación económica de las empresas, y a la vez una mayor producción posibilitará un abaratamiento de costos. Igualmente, es un objetivo que presenta serias dificultades por el alto costo país para la producción, lo que conjugado con un dólar deprimido que abarata y alienta las importaciones obra como depresor de las inversiones y la rentabilidad. Ello explica que los productores estén buscando respuestas conjuntas para abaratar los procesos, regionalizando las procesadoras de aceitunas para extracción del aceite y otros procedimientos, y buscar mayores rindes en los olivares.
Es de esperar que estos intentos tengan éxito, si tenemos en cuenta que es parte de la diversificación productiva que necesita el Uruguay, con un aporte de calidad para colocarnos en mejor posición en el concierto internacional, y promover mayores inversiones en áreas productivas en las que también tenemos ventajas naturales para competir.
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