Paysandú, Domingo 12 de Mayo de 2013
Opinion | 10 May Los insultos de la diputada por Montevideo, Daisy Tourné, del Partido Socialista, al presidente de la República, José Mujica no solamente fueron groseros sino un franco ataque a la investidura presidencial, que no merece este tipo de atropellos y que debería tener costo político para la maestra y ex ministra del Interior.
En un lenguaje irreproducible desnudó aún más las cada vez más graves disidencias dentro de la coalición de partidos que integran el Frente Amplio. Todo surgió tras la decisión de Mujica de nombrar como subsecretario de Economía al jefe del Sistema Nacional de Puertos, Alejandro Antonelli, que es socialista también pero de la línea “ortodoxa”, cuando Tourné se alinea con los “renovadores”.
Pero lo más grave no fueron los insultos injustificados de Tourné (el Presidente puede y debe elegir libremente a sus colaboradores de confianza) sino la respuesta del propio Mujica, porque deja en claro que el primero que no defiende su investidura es él mismo.
Por elevación la destrató tildándola de “gorda macanuda”, es decir obesa, y de borracha porque “toma un par de copas y se le va la marca”. Atribuyó todo a “cuestiones del momento” y aclaró que no tomará acción alguna.
Es un error. Se le debe honor y respeto al Presidente. Se lo debemos todos los ciudadanos de este país lo hayamos votado o no, pero especialmente quienes revisten en cargos políticos. Los insultos a un presidente no caben porque es el primer ciudadano del país, a quien la mayoría de la ciudadanía le ha dado la responsabilidad de administrar y conducir durante cinco años a la nación.
Esta clase de improperios debieron tener otro tipo de respuesta presidencial, mucho más dura, porque el respeto comienza por uno mismo. Tourné así sale librada sin consecuencias de sus exabruptos (especialmente impropios por su condición de maestra y exministra) cuando al menos debió ser citada a que diera explicaciones al Poder Ejecutivo. No es novedad que en la interna frenteamplista haya diferencias. Pero eso es un asunto interno, que si bien puede incidir en la situación del país, no justifica que se le falte el respeto a nadie pero muy especialmente al presidente. Si los políticos ponen este mal ejemplo, entonces se entiende por qué también otras autoridades electas (como los intendentes) son destratadas públicamente. Hasta explica la decadencia de valores que tantas veces se le critica a nuestra sociedad, cuando el propio presidente promueve en los hechos actitudes irrespetuosas como esta. Y haberse tomado “un par de copas” (si ese hubiese sido el caso) no justifica los insultos, solo sirve para demostrar la doble cara de un gobierno que se dice combatir el alcoholismo, y da ejemplos de este tipo.
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