Paysandú, Martes 14 de Mayo de 2013
Opinion | 12 May Cuando se crearon las primeras mutuales de salud durante el siglo XIX y principios del XX, fue a cargo de organizaciones generalmente de inmigrantes, que tenían un sentido de la solidaridad más desarrollado que los criollos uruguayos.
Así se crearon la mayoría de las mutualistas, cuya base era el aporte solidario de miles de personas que con sus cuotas sumadas, formaban un monto que permitía tener un local y el pago de médicos y otros funcionarios para tener una cobertura médica. En las mutualistas, los socios elegían entre sus pares las autoridades que regían la institución y velaban por los derechos y obligaciones de quienes con ese aporte tenían el seguro de salud.
Era otro Uruguay, con pocos hospitales públicos, que además no eran necesariamente centros de salud, sino más bien “pensiones” donde se depositaban los enfermos para que el Estado con muy escasos recursos, hiciera lo que pudiera.
Incambiada la situación en los hospitales, el Estado generó junto a los prestadores mutuales un sistema por el cual se le aportaba --descontado del sueldo de los trabajadores-- un monto para también cubrirle las necesidades de atención médica. El sistema de Disse, a cargo del BPS, significó un ingreso mensual, fijo y seguro para las mutualistas. La idea era que los socios tuvieran cobertura médica, los trabajadores médicos y no médicos ganaran lo correspondiente y el servicio fuera bueno.
A mediados del siglo pasado, comenzaron a crearse las prestadoras privadas de salud, ya no con un sistema mutual sino a cargo de, en general, médicos que se asociaban para montar una empresa que brindaba los servicios necesarios. El sistema de Disse garantizaba una base económica que se ampliaba con socios particulares.
Mientras que la atención médica era similar y a veces mejor que en las mutualistas, los médicos empezaron a formar una y otra organización no necesariamente mutual ni solidaria, sino de seguro médico pre pago con una cuota mensual. Fue una empresa más que redituara lo suficiente para que las aspiraciones económicas de los dueños se vieran satisfechas, brindando un seguro de salud decoroso pero ya no necesariamente solidario. Y sin dudas que fue exitoso.
No es necesariamente malo el sistema actual, que de todas maneras es mucho más democrático en el acceso a la atención de la salud que lo que ocurre en muchos otros países. Pero obviamente tampoco es el sistema pensado por los inmigrantes que se dieron un seguro de salud solidario y de costo razonable, donde todos tuvieran la dichosa satisfacción de sentirse parte.
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