Paysandú, Domingo 19 de Mayo de 2013

Insistiendo con la droga “amistosa”

Opinion | 13 May Por resolución de las últimas horas del plenario del Frente Amplio, resumida en una declaración, la fuerza de gobierno acordó “aprobar en el plazo más breve posible un proyecto de ley que regule el mercado de marihuana, donde el Estado uruguayo supervise la producción, comercialización y distribución del mismo con el objetivo de combatir el narcotráfico y evitar el ingreso al circuito de violencia y acceso a sustancias mucho más dañinas de sus consumidores y afirmar las políticas sanitarias que aseguran la prevención y reducción del daño”.
Es decir, que aunque con algunas modificaciones, el Frente Amplio está dispuesto a seguir adelante con una iniciativa que solo es apoyada en realidad por una parte de los legisladores de la coalición, con los otros partidos políticos en contra y además con una opinión pública decididamente adversa, según coinciden unánimemente las encuestas que se han realizado sobre el tema.
El punto es que no solo hay una población y mayorías legislativas en contra, pese a la disciplina partidaria en la coalición, sino que también los especialistas consideran prácticamente en forma unánime que hay más que perder que ganar con la legalización de la marihuana, desde que los supuestos beneficios que se mencionan como fundamento de la idea no han sido probados en ningún estudio académico y, por el contrario, todo indica que los resultados serían a la inversa de los objetivos que se promueven.
A los cuestionamientos se han sumado en las últimas horas los fundamentos expuestos por Pablo Rossi, sicólogo, director de la Fundación Manantiales, quien participó en 1993 en la creación de la Fundación Manantiales en Maldonado, con la campaña “Winners don`t use drugs” (los ganadores no usan drogas). Rossi dirige la fundación Manantiales en Uruguay desde entonces.
El profesional acaba de editar el libro “Conductas tóxicas”, donde aborda otras adicciones más allá de las sustancias, como la adicción al trabajo, al amor, al juego o a la tecnología. Según Rossi, las adicciones se explican por una baja tolerancia a la frustración, que tiene su origen en la falta de límites durante la infancia. Rossi fue adicto a varias drogas y principalmente a la cocaína durante su juventud. Logró recuperarse después de un tratamiento en una comunidad terapéutica.
Consultado por El País respecto a su postura sobre la posibilidad de legalizar la producción y venta de marihuana, dijo que “ojalá que no prospere. Ojalá que haya un poco de sensatez y quede en la nada. Creo que con el planteo de la legalización lo que sin querer se hizo fue normalizar el fenómeno. Quedó como algo no estigmatizante. Y sobre todo me parece que estos mensajes son tóxicos. Lo que se está diciendo es ‘fumá porro, no pasa nada’. Una de las cosas que planteo en el libro es que hacer esto para mí es como apagar un fuego con nafta. Además estamos sin querer siendo como el conejillo de indias, haciendo un experimento que no ha sido probado en ningún lugar del mundo”.
Acotó que en Holanda, donde hubo un intento de cierto grado de legalización, “están justamente modificando las leyes porque vieron que era perjudicial, por lo cual no es entendible. Con la poca población joven que tenemos, no podemos darnos el lujo de hacer un experimento a ver si sale bien o mal”.
Consideró asimismo que las organizaciones que tratan con adictos no fueron consultadas para el proyecto y evaluó en este sentido que “no hubo un debate serio y tampoco creo que lo haya. Creo que no hay realmente un interés de escuchar todas las voces. Toda la sociedad científica se manifestó en contra. Tampoco creo que el gobierno sepa a ciencia cierta a dónde ir. Porque empezaron con una idea, la fueron cambiando en el tiempo. No hubo un proyecto claro ni al principio ni al final”.
Con relación a si se puede combatir el narcotráfico al legalizar la droga, subrayó Rossi que “es una utopía. El cigarrillo, por ejemplo, está legalizado, pero todos sabemos que se venden cigarrillos de forma ilegal. Siempre va a haber alguien que ofrezca menos. Legalizar lo único que podría lograr es que se perciba como algo normal y como algo que está bien. Y justamente lo que tenemos que hacer es que sea normal la vida sana, el trabajar, el estudiar. Mostrar otra cosa me parece que es un desacierto y poco tiene que ver con la salud pública”.
El profesional razona como seguramente lo hacemos la gran mayoría de los uruguayos, incluyendo los especialistas en la materia, en el sentido de que desde el gobierno se pretende convencer a todos los demás “ignorantes” de que están equivocados, que la propuesta es una “genialidad” uruguaya que asombrará al mundo, y que solo hay que sentarse a esperar que de sus resultados en poco tiempo la solución que no se le había ocurrido a nadie.


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