Paysandú, Martes 21 de Mayo de 2013
Opinion | 14 May Sería necesario que los puestos disponibles se multiplicaran por 60 para satisfacer la demanda de jóvenes uruguayos de entre 16 y 20 años que desean acceder a las plazas laborales ofrecidas por el programa “Yo estudio y trabajo” en todo el país.
Las becas de trabajo que ofrece el programa son 720 en total y los postulantes inscriptos 43.764. En momentos en que los resultados educativos están siendo cuestionados así como la actitud de muchos jóvenes que no estudian ni trabajan, este tipo de respuestas indica que son muchos los que estudian y también quieren trabajar.
Mientras que las cifras de desempleo juvenil triplican las del desempleo general, es evidente que este tipo de iniciativas son necesarias, así como otras que están contenidas en el proyecto de ley enviado al Parlamento respecto al empleo juvenil y que incluyen exoneraciones tributarias para empresas que empleen jóvenes, por ejemplo.
En Uruguay viven 269 mil jóvenes de edades comprendidas entre los 16 y 20 años. De ellos, se inscribieron unos 46 mil jóvenes en el programa de primera experiencia laboral del Ministerio de Trabajo y Seguridad Social, lo que representa el 20% de este grupo etario.
La mitad de las becas, que se usufructuarán en organismos públicos, se destinaron a jóvenes que residen en el interior del país.
Los jóvenes contratados cobrarán mensualmente cuatro bases de prestaciones y contribuciones, unos 10.392 pesos. Los becarios están obligados a estudiar, ejercer correctamente el desempeño de sus tareas, respetar las normas laborales y realizar las instancias de evaluación por competencias que solicita el programa. Las becas duran un año y no son prorrogables.
El mundo que enfrenta una crisis del empleo cada vez más grave y en el cual los jóvenes tienen tres veces mayores probabilidades de estar desempleados que los adultos, es importante reparar en el riesgo de una generación de trabajadores jóvenes “marcada” por una mezcla peligrosa de alto desempleo, creciente inactividad y trabajo precario, además del estigma social hacia los jóvenes, quienes son observados como muchachos que no quieren trabajar, cuando en realidad ésa es una situación de sólo parte de ellos.
La existencia en el país de un total de aproximadamente 16,4% de jóvenes que no estudian ni trabajan se contrasta así a un 20% que estudia y también quiere trabajar. Ambas situaciones deben ser tenidas en cuenta y consideradas por las políticas públicas porque, de una forma u otra, ambos grupos incidirán en las posibilidades de desarrollo del país.
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