Paysandú, Martes 28 de Mayo de 2013
Opinion | 21 May Sin dudas que los setenta años de creación de la empresa local Azucarlito, que recibiera la semana anterior un merecido homenaje de la Cámara de Diputados, por iniciativa del diputado Miguel Otegui y con presencia de los actuales directivos de la empresa, constituyen un motivo de festejo y de legítimo orgullo para Paysandú y para quienes como EL TELEGRAFO a lo largo de las décadas han defendido el trabajo local y sobre todo a partir de materia prima de origen nacional, en tanto factor de reciclaje de riqueza y multiplicación de actividad en infraestructura de apoyo.
Es que estamos ante una conmemoración que conlleva todo un símbolo y un mensaje para Paysandú, por constituir un hito en la historia industrial de nuestro departamento, con directo impacto en el quehacer socioeconómico local y en la calidad de vida de miles de familias sanduceras a lo largo de sus setenta años.
Es además y nada menos que una de las empresas “sobrevivientes” del Paysandú industrial que desde la década de 1940 ha marcado un antes y un después en la vida de los sanduceros, al generar fuentes de empleo genuinos para miles de sanduceros y sus respectivas familias, así como reciclar cuantiosos recursos en nuestro medio por infraestructura de apoyo y empleos indirectos.
Aquel emprendimiento quijotesco, como fue asimismo el caso de las otras fábricas que surgieron en aquel entonces, fueron fruto del empuje y visión de prohombres de nuestro solar que no dudaron en volcar sus capitales de riesgo en una época por cierto distinta a la actual. Ahora estamos en un mundo globalizado y con producciones a gran escala altamente competitivas, en tanto en aquellos tiempos estaban vigentes medidas proteccionistas de un Estado que promovía el trabajo dentro de fronteras y de “encierro” de la economía.
Debe tenerse presente que hasta mediados del siglo pasado solo había emprendimientos de esta magnitud en Montevideo, cuando nacieron Azucarlito, Paylana, Paycueros, entre otras, a las que sucedieron entre otros Famosa, para décadas después integrarse emprendimientos citrícolas y forestales, en lo que refiere a inversiones de envergadura en nuestro medio.
En el caso de la azucarera, los fundadores constituyeron un directorio provisorio y promovieron experiencias de cultivo de remolacha en las chacras del ejido sanducero, con muy buenos resultados, lo que alentó seguir adelante con la idea mediante incorporación de capitales, hasta que se creó formalmente Azucarlito el 21 de mayo de 1943.
Siguieron muchos años de esfuerzos, de inversiones, de reconversiones, con sus sinsabores y altos costos, porque tras la consolidación de la industria en los primeros períodos de actividad, se ha registrado un cambio gradual de escenario, y la realidad económica determinó que en la década de 1990 hubiera que dejar de lado la producción de remolacha para acceder a materia prima proveniente de la caña de azúcar en la región, con la que resultaba imposible competir ante los altos costos de los cultivos de la sacarígena, en tanto previamente se había encarado la primera reconversión al incorporarse la explotación de cítricos.
Se ingresó entonces en Azucarlito en la actividad de refinado que se extiende hasta la actualidad, a la vez de incorporarse colateralmente la generación de energía eléctrica en base a biomasa, para vender electricidad a UTE por la modalidad spot, lo que forma parte de la búsqueda por mejorar la ecuación económica, en tiempos muy difíciles para la industria nacional, que como regla general tiene rentabilidad muy deprimida o directamente nula.
Es decir que tras el emprendimiento inicial, los continuadores de Azucarlito han apostado a la reconversión para adaptarse a los tiempos, porque la otra alternativa era desaparecer, como ha ocurrido con tantas empresas emblemáticas, al no tener la percepción o margen para aggiornarse a las nuevas realidades.
Es que cuando desaparece un complejo agroindustrial queda un vacío muy difícil de llenar y el desafío de estos tiempos conlleva por lo tanto no solo potenciar y ampliar los ya existentes, sino a la vez tratar de generar condiciones para no perder muchos otros que han sido creados con una alta dosis de esfuerzo y sacrificio.
Y ante estos factores condicionantes, en el plano departamental nos encontramos con luces y sombras, porque pese a todo han desaparecido industrias, y hay un desempleo notoriamente mayor al que indican las estadísticas, con puestos de trabajo de baja calidad y precarios, en abierto contraste con el de calidad que han ofrecido las grandes fábricas.
En estos 70 años pletóricos de celebración y esfuerzo, teniendo en cuenta la rica historia y el presente con grandes desafíos de Azucarlito, a la vez de felicitar a quienes han tomado la posta de la quijotada de la década de 1940, formulamos votos para que los emprendedores de hoy sigan acometiendo --como lo han demostrado-- con igual tesón y visión los desafíos que plantea el delicado escenario del Uruguay industrial de hoy, sobre todo en el Interior, y que conjugados el esfuerzo empresarial y la disposición de los trabajadores para apoyar el mejor desenvolvimiento posible de su fuente de trabajo, nos encontremos ante una nueva etapa floreciente y de logros para la añeja empresa sanducera.
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