Paysandú, Martes 28 de Mayo de 2013
Locales | 26 May Respuesta al
Doctor Canabal
Sr. Director del diario EL TELEGRAFO:
Agradecería a Ud. tuviese a bien publicar en el diario de su dirección, la siguiente reflexión que me merece la asidua lectura de la columna del Dr. Rodolfo Canabal.
En primer lugar debo expresar que no es mi intención entrar en polémica con el mismo pues por mi condición de médico veterinario seguramente no estaría en condiciones de hacerlo en términos estrictamente legales aunque, como ciudadano preocupado por el estado del país y sus instituciones, reivindico mi derecho de dialogar con él en el entendido que mi modesta contribución pudiera servir --en definitiva-- al Bien Común, que es el destino al que debería aspirar cualquier sociedad política bien inspirada y dirigida.
Seguramente todos quienes ya peinamos canas recordamos al Dr. Canabal cuando, en su condición de Presidente del Colegio de Abogados del Uruguay tomó a su cargo, conjuntamente con el Dr. Uruguay Tourné, penalista, la defensa del desaparecido caudillo nacionalista Wilson Ferreira Aldunate en aquel célebre caso que luego permitió que el Dr. Sanguinetti --corriendo “con el caballo del comisario”-- se hiciera con la primera Administración democrática del país luego de la salida del gobierno militar. Por ese hecho y por su preocupación sincera por la Justicia que no ha mellado su edad merece nuestro respeto. Pero los tiempos han cambiado y mucha agua ha corrido ya debajo de los puentes y, como dijera Fierro: “¡pucha que trae “liciones” el tiempo con sus mudanzas!”…
El caso es que si bien corresponde cerrar filas en torno a la defensa de todas las instituciones de la República, entre ellas, el Poder Judicial, ya no vivimos –lamentablemente-- en la época “de Oro” en la que seguramente le tocó vivir y ejercer el Derecho al Dr. Canabal. Hoy las cosas han cambiado y mucho, para mal. Hoy la justicia, de la mano de fiscales y jueces inamovibles que no mantienen distancia ni entre sí ni con todos los colegas por igual y se mantienen por años en un mismo destino, donde se acostumbran, con la connivencia de los colegios y asociaciones profesionales, a hacer uso de su enorme poder muchas veces por puro amiguismo, simpatía o antipatía hacia unos u otros, no le da ninguna seguridad a nadie. A los tribunales no se acude con confianza sino que se trata de evitarlos con temor a terminar padeciendo un mal mayor. Y muy probablemente una realidad similar es la que haya dado pie, en la vecina República Argentina, a la peligrosa reforma encarada por el gobierno de aquel país, a juzgar por los argumentos expresados en los muy interesantes debates no exentos de razones producidos en el Congreso en ocasión de la aprobación de las referidas iniciativas legales.
Defender la independencia del Poder Judicial sí. Pero con espíritu crítico, tratando de impedir que dicha “independencia” sólo sea una valla impuesta para que desde “afuera” nadie pueda ingresar a hacer justicia dentro de su propio coto, de magistrados abroquelados detrás de un tan lamentable como censurable corporativismo (y nepotismo) que tanto mal hace también al Estado de Derecho y a las instituciones de la República. También verdadero profesionalismo y auténtica imparcialidad, sin sesgos.
Por lo expuesto creemos entonces que no está bien y resulta altamente peligroso que los más ilustrados y por ende capaces de desarrollar un orientador periodismo de opinión, queriendo o sin querer, pretendan que en la “Justicia” de esta país está todo bien cuando a diario la gente común ve, oye y lee la forma o manera como se terminan resolviendo determinadas situaciones cotidianas, tales como cuando (por citar sólo un ejemplo) cierto individuo que al parecer se encontraba robando la casa de un vecino, arremete a disparo limpio contra otro buen vecino que intenta frustrar el robo y sin embargo queda en libertad. ¿Cuál es el mensaje que, en su función de hacer docencia, que también tienen los jueces, con este tipo de decisiones a la población se da? Ejemplos sobran, pero quizás no haya suficiente espacio en el diario ni interés en algunos cuantos posibles afectados como para continuar dialogando acerca de esta temática.
Doctor Alfredo Gustavo Larrosa Olaso
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