Paysandú, Miércoles 29 de Mayo de 2013
Opinion | 26 May Los pobladores de este lado del río Uruguay se ufanan (con toda razón) de poder disfrutar de los mejores atardeceres del mundo. Paysandú no escapa a esa regla, y se puede ver cada tardecita a centenares de sanduceros gozando del espectáculo y también a turistas ocasionales. Paysandú además cuenta con playas que --cuando el paterno lo permite-- son disfrutadas por miles de personas cada verano, y si no, siempre está el paseo por la zona balnearia.
Para llegar a eso, se necesitaron décadas, imaginación, esfuerzo, inversión y cariño por la ciudad litoraleña. Por mencionar solamente de los últimos 40 años, basta recordar lo hecho durante las administraciones del arquitecto Walter Belvisi desde la Intendencia, con la avenida Baldomero Viadal en doble vía hasta Antonio Estefanell, o trazando la costanera hasta Nuevo Paysandú, entre un montón de otras incorporaciones que hoy disfrutamos. Las intendencias de Jorge Larrañaga también le dieron dio lustre a la zona con obras como el Anfiteatro, que posibilita actualmente solventar buena parte de la organización de la Semana de la Cerveza, así como grandes espectáculos con el cielo como techo y el majestuoso Uruguay como testigo. Álvaro Lamas, si bien aquejado por la crisis de 2002, también supo dar su lugar a la costanera, con las veredas del Balneario Municipal y hasta el Yacht Club Paysandú. Pero lo más importante, durante esa administración se logró recuperar las playas para baños recreativos, al construirse el nuevo colector industrial, eliminarse los vertidos cloacales irregulares y limpiarse la costa.
Julio Pintos por su parte hizo una apuesta grande para este paseo sanducero, creando una rambla pintoresca, con buen gusto y bien construida con frente al río, para apreciarlo en prácticos miradores, iluminación acorde y embelleciendo las veredas. Sin embargo, esa visión de la costa como recreo popular y a la vez imagen de un Paysandú recostado al río, parece haberse perdido en esta administración, que al paso que va será más recordada por cortar los añejos eucaliptus que forman parte de la fisonomía de la costanera, en una suerte de continuidad de lo que les pasó a otros en el teatro de verano.
Más allá de la validez de las razones de esta “eutanasia” a los árboles (aunque puedan estar afectados de una enfermedad “terminal”, muchos de los troncos cortados se ven aún fuertes y rozagantes), preocupa que nada se ha hecho ni nada está previsto hacer en una zona que es orgullo de nuestra ciudad. Siempre hay prioridades, pero una de ellas debe ser atender lo que el pueblo quiere. Y sin dudas que el pueblo sanducero ha demostrado querer su costanera. Es hora que los actuales gobernantes también lo demuestren.
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