Paysandú, Sábado 01 de Junio de 2013
Opinion | 25 May El gobierno brasileño anunció que habrá de introducir recortes sustanciales en el presupuesto de este año, para atenuar los efectos de la crisis global en su economía, apuntando a preservar su meta de lograr un superávit primario en las cuentas del Estado.
El recorte llegará a los 14.000 millones de dólares, de acuerdo a lo señalado por los ministros de Presupuesto y Planificación, Miriam Belchior, y de Hacienda, Guido Mantega, aun cuando habrá fuertes erogaciones en obras para los grandes eventos deportivos que organizará el país en los próximos años, como es el caso del Campeonato Mundial de Fútbol. Por supuesto, estos gastos estaban previstos y presupuestados desde hace varios años, pero la medida obedece a los cambios significativos en el escenario internacional, de los que directa o indirectamente no escapa ni escapará, llegado el caso, ningún país, por grande o pequeño que sea.
Lo explican ambos ministros en un comunicado que expresa que “el escenario de crisis internacional llevó al gobierno a adoptar y mantener medidas de estímulo a la economía que en este momento llevan a la reducción en la recaudación tributaria y el aumento de gastos”, aunque el gobierno se cuidó de señalar que el ahorro presupuestal no afectará proyectos de infraestructura, vivienda popular, programas de salud, educación y erradicación de pobreza, ciencia y tecnología.
Esta enumeración, naturalmente, trata de soslayar el meollo del asunto, que estriba en que se estaba gastando mucho dinero en áreas que no son prioritarias para el país, aunque se señale que los recortes solo se centrarán en Defensa, Agricultura y Deportes. En realidad, el gobierno reduce gastos, --lo que está muy bien, porque el dinero sale de los bolsillos de todos los contribuyentes-- para poder continuar con su política de reducción de impuestos que apunta a estimular sectores claves de la economía, al tiempo que decidió aumentar las inversiones públicas. Estas medidas de estímulo provocaron una reducción de unos 34.000 millones de dólares en la recaudación, lo que a su vez obligó a recortar el presupuesto.
Pero como contrapartida, se logró reducir el denominado costo país para los emprendimientos productivos, por lo que la recaudación que no se genera hoy por la vía de los impuestos será compensada con creces por una dinamización de la economía, una mayor actividad, reciclaje de riqueza y mayor calidad de vida, al fin y al cabo, con un posterior aumento de la recaudación.
Es que para este año, esta reformulación determinaría un crecimiento de la economía del orden del 3,5 por ciento, contra el 0,9 que se preveía de mantener las actuales condiciones.
Muchos caminos conducen a Roma, sostiene el refrán, y los brasileños han preferido curarse en salud, con austeridad en el gasto, antes que dejar las cosas como están y quedar vulnerables a nuevos avatares en la economía mundial, con un escenario similar al de otros países latinoamericanos, salvo de Argentina, cuyo proteccionismo a ultranza y las medidas restrictivas no lo hacen comparable con ningún país de la región y muy pocos en el mundo, seguramente.
Pero en grandes líneas hay un común denominador en la situación de una América Latina productora de materias primas, con algunas excepciones en cuanto a crecimiento, como es el caso de Perú y Paraguay, además de Chile, que han recibido fuertes inversiones y en los dos primeros casos han crecido a tasas asiáticas.
Lo señala Vittorio Corbo, ingeniero comercial por la Universidad de Chile y doctor en Economía, cuando expresa al suplemento Economía y Mercado de El País que en el caso de América Latina, “en momentos como estos, con el mundo desarrollado creciendo poco pero con buenos precios todavía para productos de exportación y bajas tasas de interés internacionales, hay que abocarse a ajustar políticas e instituciones para sostener altas tasas de crecimiento. También debemos prepararnos para el nuevo ciclo que eventualmente va a llegar, con términos de intercambio menos favorables y condiciones financieras internacionales más restrictivas”.
Evaluó que “para esto será de mucha ayuda el hecho de fortalecer la solvencia fiscal y el marco de política monetaria y cambiaria, así como no descuidar la calidad de la regulación y supervisión financiera”. En buen romance, dijo que es preciso preservar reglas de juego claras para los inversores, mantener disciplina fiscal mediante cautela en el gasto --que lamentablemente no tenemos en el Uruguay-- reducir los impuestos y las cargas sociales sobre los capitales de riesgo que generan fuentes de empleo, y premiar la productividad para ser más competitivos y abatir la inflación .
Por cierto, algo de esto se ha dicho por el gobierno que se ha tratado de hacer en nuestro país, pero los anuncios han sido desmentidos con los hechos, y por lo tanto seguimos muy vulnerables a los avatares internacionales, perdiendo competitividad y con un déficit fiscal significativo. Deberíamos seguir el ejemplo brasileño y reducir el gasto, como así también mejorar su calidad y abatir el costo país porque condiciona brutalmente a los sectores reales de la economía, trasladando sus costos a la producción, que a su vez pierde competitividad en los mercados, y en definitiva a la población, que termina siendo rehén de las políticas de expansión del gasto sin límites.
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