Paysandú, Lunes 10 de Junio de 2013
Opinion | 03 Jun El pasaje de la cárcel departamental --como pasará con todas-- al Instituto Nacional de Rehabilitación es una de las buenas decisiones tomadas por el gobierno, en la medida que por una parte se buscará el reintegro del recluso a la sociedad con la expectativa que salga de la cárcel siendo una mejor persona en relación a como ingresó, y por otra parte supondrá la especialización de civiles para un cargo que necesariamente debe tener una mirada flexible y considerada de acuerdo a las características de la persona recluida, y no simplemente de la gravedad del delito que cometió.
Con estos parámetros que se han presentado como guías del accionar de los nuevos centros de rehabilitación, cabe esperar que en algunos años la reincidencia en el delito se reduzca sensiblemente, como lo han demostrado los números presentados con respecto a la cárcel departamental, la cual además es considerada como ejemplo para el país (más allá de las acciones de tres policías corruptos).
La interinstitucionalidad que se empezó a desarrollar hace unos años, por ejemplo con el Ministerio de Educación y Cultura, que instaló en la cárcel sanducera un centro de edición de videos, no solamente llena las horas “muertas” de los detenidos entreteniéndolos, sino que les da otras herramientas más importantes, como practicar con la imaginación, despertar la veta creadora y mostrarle a quienes equivocaron el camino que hay otras posibilidades.
Seguramente no saldrán grandes cineastas, actores o guionistas, pero sí van a salir personas más confiadas en sí mismas y conscientes --por la fuerza de los hechos-- de que siempre hay otras posibilidades. Paysandú tiene además, como en otros centros, la chacra y el tambo para que trabajen los presos, y también colaboren con su propia manutención y generen recursos para el centro.
Todo apunta a que, como nunca en la historia de las cárceles uruguayas, cada centro sea no necesariamente una forma de castigar a quien agredió a la sociedad de alguna manera, sino un formador de ciudadanos que comprendan y acepten que se puede vivir dignamente. Que quien pase por un centro de reclusión-rehabilitación sienta que no solamente va a evitar delinquir para no ir preso, sino que entienda que el trabajo no es nada más que una forma de ganar dinero sino una manera de realizarnos como personas en una sociedad que depende también de su aporte.
Pero claro, también la sociedad va a tener que “rehabilitarse” y no ver en un ex convicto a un permanente delincuente.
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