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Paysandú, Martes 11 de Junio de 2013

“Juancho” González

Ganador la prueba de Criollos en Minas recordó a Alberto Dolz

Rurales | 04 Jun Aún con la emoción de haber obtenido la prueba en un emocionante final, y con el fresco recuerdo de don Alberto Dolz, desaparecido hace algunos meses, Juan González --o simplemente “Juancho” como se le conoce entre los que gustan de raids o marchas funcionales-- recordó todos los momentos vividos durante 15 días para lograr una de las pruebas de Criollos más duras.
“Es que los principales escollos que tenemos los que venimos del norte del país son los accidentes geográficos, porque se transita por caminos que tienen mucha piedra, bajos, repechos y los cerros que a veces te conmocionan”, sostuvo este jinete que compitió en su décima Marcha (ganó también la de Salto hace unos años atrás), sumando 7.500 kilómetros en esos diez años, más la gran cantidad de raids que ha disputado en su existencia.
Ante lo vivido recientemente en las inmediaciones del Parque “Arequita”, a unos diez kilómetros de la ciudad de Minas, departamento de Lavalleja, no puede dejar de recordar lo sucedido. “Porque estás en la parte baja y mirás el repecho que tenés que hacer y pensás dos veces si llegás hasta arriba, y a su vez, cuando venís bajando y mirás hacia abajo donde termina el cerro y ves algún arroyito o cañada, hay que apelar a otro recurso que no se vende en las farmacias, especialmente para bajarlo al galope en el animal”, precisó.
“En una flora muy difícil y muy agreste y con un piso que no favorece mucho”, indicó EL TELEGRAFO este oriundo de Flores y que desde hace más de 20 años vive en Paysandú, entrenando ejemplares de varios criollistas para Enduros y Marchas de Criollos. A la yegua con la que logró la Marcha, Corralera 708 (Corralero Milenio x Corralera 448, Mosquetero La Invernada), de cabaña “Sarandí” de Suc. Carlos A. Dolz, “la tengo en la chacra en donde vivo con mi familia. Hace algo más de ocho meses que la vengo entrenando y fue domada por un sanducero, Fabián Leyes, para posteriormente ser utilizada por personal de la estancia ubicada en la zona de Corrales, entrando en el kilómetro 158 de Ruta 26”, comentó. Se trata de la segunda yegua que se prueba en competencias de este tipo. Es hija de un padrillo adquirido a cabaña “La Invernada” de Plácido Martíns. “En realidad don Alberto Dolz”, contó González, “compró una yegua que estaba preñada y que en el vientre llevaba ese padrillo, llamado Corralero Milenio”. Acotó que de esta manera, “la yegua que monté tiene sangre La Invernada por arriba y por debajo”.
“La yegua venía con mucho entrenamiento, muy bien”, afirmó “Juancho”. “En lo previo teníamos cifradas esperanzas porque había sido preparada a conciencia, pero el único inconveniente que veíamos era el terreno, al ser una yegua grande pesando más de 400 kilos, y que para trepar o bajar esos cerros no sería fácil”, agregó. Explicó que el caballo chico en este tipo de terreno siempre tiene sus ventajas porque viene desplegando todo su potencial, y los más grandes deben aprovechar las partes planas para poder hacer la diferencia”.
estrategia
Confió que su forma de correr en la prueba es “estar a la expectativa en los primeros días, para de esa manera aguantar la energía del animal y así llegar al domingo con el mejor potencial posible y así estar en la definición”. “Esta vez tuve que cambiar la estrategia, porque la yegua que ganó la primera etapa libre nos aventajaba en algunos pocos segundos al pelotón en donde nos encontrábamos varios participantes. Pero en la tarde quedó relegada y pasé a comandar las posiciones, por lo que de correr de atrás como acostumbro hacerlo, pasé a regular desde la punta, que para mí es más difícil que correr de atrás”, indicó.
Así llegó a la última etapa del domingo, con cinco segundos de ventaja sobre su más inmediato perseguidor: Espadilla Bordona (Salteño del Paraisal x Truquera de Mazangano, Mazangano Lagrimón), de cabaña “Tres Cerros” de Stolovas Benítez Hnos., con Martín Weiszman.
“Desde mi punto de vista esa yegua venía con más resto físico que la mía, pero tenía un poco menos medios”, sostuvo González. “Pensaba en ese momento que si llegaba a la última legua (cinco kilómetros), que es donde se define la competencia, regulaba bien el paso, en el llano para finalizar podía lograr un buen resultado”. Así sucedió. “En los cerros venía al trote largo y al galope, jugando con los cinco segundos de ventaja que significaba unos 25 a 30 metros de ventaja”.
Reconoció que la definición de la última legua “fue imponente”. De acuerdo a algunos registros, “bajamos de los nueve minutos en los últimos cinco kilómetros, por lo que hay que imaginarse que con 750 kilómetros arriba es un ritmo importante. Incluso, según algunos GPS que nos mostraban después, en determinados lugares marchamos a 45 kilómetros por hora”.
En los últimos 3.000 metros “veníamos en tercer lugar, la yegua respondía muy bien así que quebré a la que venía segunda, y en vez de orejear a la que venía atrás, la yegua miraba hacia adelante por lo que observé que venía con mucho resto”, recordó el jinete. En los últimos 300 metros aguantó la respuesta de la yegua de “Tres Cerros”, y en los 100 finales todo estuvo definido: “La apreté en la rienda y salió como cortando un lazo y gané por cinco o seis cuerpos ampliando la diferencia que tenía y sacando más de diez segundos”.
Recuerdo
En el año 2007 la Marcha de Criollos también fue disputada en Minas.
“Allí don Alberto Dolz me confió sus yeguas para que yo las cuidara para este tipo de pruebas, por lo que me apena que no pudiera disfrutar del triunfo de su yegua en mis manos”, recordó.
“Dolz me llevó a casa la yegua. A los 15 días me preguntó si la había ensillado y comenzado a montar y 15 días después falleció, y no llegó a disfrutar de algo que, según lo comentado por la señora de Dolz, él mucho anhelaba. Pretendía desde hace varios años que yo me encargara del entrenamiento de sus animales pero como yo tenía compromisos con otras cabañas, no había aceptado”, añadió González.


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