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Paysandú, Miércoles 12 de Junio de 2013

No hay que esperar al turista, hay que traerlo

Opinion | 05 Jun Las idas y venidas con el desarrollo de un Paysandú turístico existen desde hace muchos años. Un pueblo acostumbrado a depender del trabajo en una fábrica, oficina o comercio --tanto los trabajadores como los empresarios-- no cambia fácilmente su estructura mental para adaptarse al cambio de los tiempos.
Una de las diferencias históricas con Salto, según un viejo dicho, es que mientras en Paysandú se juntan dos personas para hablar de trabajo o emprendimientos, en Salto se juntan otras dos para organizar un baile. Como todo dicho, es algo exagerado, pero es válido para analizar brevemente lo que puede estar pasando.
Mientras en Paysandú se trabajó (y se trabaja) duramente por mantener con orgullo la definición de “ciudad industrial”, en otros lugares se piensa en actividades generadoras de riqueza alternativas a las comunes. Hay diferencias que son imposibles de cambiar, esta es una ciudad de clase media trabajadora y con grandes empresas tomadoras de mano de obra y aquella tiene una clase media numéricamente inferior, y una clase alta, con posibilidades de invertir, más grande y “arriesgada” que la sanducera.
De ahí los emprendimientos turísticos de las últimas dos décadas, la mayoría de ellos de capitales salteños que vieron una posibilidad de inversión, a la larga redituable. Esto, justo es reconocerlo, acompañado por acciones desde el gobierno departamental con sus distintas administraciones (a cargo de los tres principales partidos políticos) que posicionaron a Salto como un lugar turístico donde vale la pena ir.
Influyó en eso, claro está, las ventajas naturales salteñas con sus dos centros termales y una rambla costanera muy agradable. Aunque, viéndolo bien, Paysandú también tiene esas mismas características. Entonces, ¿qué hizo o hace la diferencia?
Creemos que es la gente, no la calidad del trato, sino el tomar riesgos para definir alternativas utilizando el entorno natural, y gobiernos que apostaron al desarrollo de la infraestructura termal, como lo demuestran las incesantes mejoras en el predio municipal de Termas de Daymán, mejorando las piscinas y haciendo un entorno muy agradable, como también en Arapey. Y cuando de “afuera” se ve este esfuerzo, se obtienen respuestas como la instalación de hoteles cinco estrellas en las mismas zonas termales (ya van por el cuarto) o un hotel y casino de primer orden en la ciudad.
A veces vale la pena mirar y aprender cuando otros hacen las cosas bien, y aplicar lo aprendido. Este es uno de esos casos.


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