Paysandú, Miércoles 12 de Junio de 2013
Opinion | 08 Jun Paysandú celebra hoy los ciento cincuenta años de su elevación a la categoría de ciudad y todos lo festejamos. Sin duda tenemos mucho para celebrar pero también, y esto es exactamente lo que pensamos, tenemos mucho para reflexionar.
Repasando nuestras ediciones de hace cincuenta años, cuando la ciudad cumplía sus primeros cien, vemos que uno de los puntos más importantes de la fiesta fue un enorme desfile por 18 de julio.
Y no es coincidencia que para hoy esté programado un gigantesco desfile para celebrar los ciento cincuenta años de la ciudad. No lo es porque a los sanduceros nos gusta salir a la calle a festejar nuestras alegrías y a mostrar nuestros desacuerdos como cuando íbamos a tomar mate a la plaza Constitución. Y viendo esas páginas ya “cincuentonas” creímos captar lo que muchos participantes de esos actos nos referían. Sentimos en crónicas y relatos la alegría espontánea de todos porque celebraban el cumpleaños de una ciudad que era parte de ellos mismos. Que los protegía, les daba cobijo, les proporcionaba trabajo digno y premiaba sus esfuerzos.
Era una ciudad plena de oportunidades donde la gente trabajaba, creaba una familia, criaba a sus hijos. Donde los niños y los jóvenes estudiaban y reían, soñaban con ser “hombres de bien” y su meta era destacarse en las actividades más valiosas en el ser humano. Y, no pequemos de ingenuos, había también quienes ignoraban las leyes, rompían las normas de la convivencia y denigraban su condición de ciudadanos. Pero eran los menos y claramente constituían una ínfima minoría.
Era el Paysandú de las grandes fábricas, del puerto atiborrado, de los empresarios emprendedores y profundamente solidarios. Puede decirse que el Paysandú de 1963 había llegado a un punto muy alto en su calidad de conglomerado humano.
El “milagro industrial” iniciado en los años ‘40 estaba en pleno apogeo. Pero también las artes y podemos decir, las ciencias, crecían y se multiplicaban en una sociedad pujante y decidida a ser cada día mejor.
No somos sostenedores de que “cualquiera tiempo pasado fue mejor”, consideramos que los tiempos han sido buenos o malos en todas las épocas pero, objetivamente, aquellos fueron buenos tiempos y los sanduceros tenían muchas razones para sonreír.
Luego muchas conquistas se fueron perdiendo. Perdimos fábricas; perdimos miles de puestos de trabajo.
Perdimos esa presencia de primera línea que siempre tuvimos en el concierto nacional. Hasta en el fútbol desaparecimos del podio.
Y luego, más cerca en el tiempo, vemos chispazos de vitalidad.
Surgen nuevos emprendimientos, otros hombres que parecen buscar las huellas de los visionarios del pasado y estamos tratando de recobrar la pujanza, de orientar nuestras inquietudes, de superar la inconducta y la desintegración de la sociedad.
“Prefiero los proyectos a los recuerdos” escuchamos decir el jueves en el acto donde fueron destacados los Ciudadanos Ilustres de este especial aniversario. Y, honestamente, creemos que así es como debemos pensar los sanduceros. No olvidemos a quines hicieron grande a Paysandú y pensemos más qué es lo que nosotros podemos hacer por Paysandú pues el resultado de nuestro trabajo y dedicación, de nuestro ingenio y nuestra experiencia, será en definitiva lo que les dejaremos a nuestros hijos, nuestros nietos, los ciudadanos del futuro.
Encaremos ya, con el doble de energía, con la responsabilidad como aliciente y con el deseo de que el futuro sea hoy, la difícil pero gratificante tarea de construir un Paysandú material y espiritualmente nuevo.
Exprimamos nuestro ingenio para proyectar, concretar y poner en marcha nuevas fuentes de trabajo. Lugares donde todos podamos emplear nuestro esfuerzo y recibir la compensación que merecemos.
Planifiquemos la ciudad del futuro, con obras importantes que aporten para el largo plazo, como por ejemplo lo fue en su momento el Trébol, la costanera, Avenida República Argentina, la plaza Artigas; todas hechas con una visión que seguramente en aquellos tiempos parecían absurdas para el escasísimo tránsito que debían soportar, o excesivamente grandes como proyecto, pero que hoy son las venas y los pulmones de la ciudad.
Reclamemos a nuestros educadores para que nos entreguen trabajadores, técnicos, ciudadanos sanduceros formados en nuestros mejores parámetros culturales y de pensamiento libre e independiente como quienes forjaron nuestra historia cívica y cultural pero sin perder la alegría y la irreverencia que caracterizan a la juventud.
Establezcamos bibliotecas, museos, centros culturales de todo tipo para que surjan poetas, escritores, artistas plásticos; para que el espíritu de los grandes del pasado quede opacado por brillantes nuevas generaciones.
En pocas palabras recuperemos lo perdido y hagamos renacer todo lo valioso que tenemos y vayamos decididamente hacia ese Paysandú que todos anhelamos. Festejemos todos hoy estos ciento cincuenta años de la ciudad que todos queremos.
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