Paysandú, Jueves 13 de Junio de 2013

Demasiado fácil

Opinion | 09 Jun Más de 21 kilogramos de cocaína y pasta base valorados en 38,486 millones de dólares --cifra calculada solo en base a cotizaciones de mercados regionales y que se multiplica en los europeos— ingresaron al país en lo que va del año por el puente “General Artigas”.
Los números, frecuentemente tildados de fríos o inexpresivos, terminan siendo inexorablemente claros: la cantidad de cocaína que ingresó en seis meses por Paysandú es casi igual a toda la decomisada en un año en España.
Por si fuera poco, la ausencia de controles efectivos en el río Uruguay hace presumir que el volumen trasegado en embarcaciones supera ampliamente al que pasa por el puente. Pero por más fundamentada que parezca esta hipótesis, no surgen a partir de ella datos cuantificables como las cifras correspondientes al tráfico, constatado y medible, por el puente internacional.
Con esta información sobre la mesa, es claro que hay que pensar en nuevas estrategias para enfrentar el narcotráfico. Si el “negocio” genera recursos económicos mayores a los disponibles para combatirlo, la mejor opción es asumir que es imposible eliminarlo completamente, y comenzar entonces a buscar herramientas que permitan enfrentarlo.
Es así que más de 345 kilogramos del volumen total de droga aludido no fueron siquiera detectados en el paso de frontera, como lo demuestran los 324,269 kilos capturados luego de ingresar al país por la Brigada Nacional Antidrogas. Otros 21,175 fueron hallados por Prefectura del Puerto de Paysandú en uno de los tres vehículos que lograran escapar del paso fronterizo en los últimos meses.
Y si bien en las primeras dos oportunidades los traficantes lograron fugarse prácticamente sin ninguna dificultad, por cuanto lo único que hicieron fue acelerar a fondo en el paso de fronteras y desoír la voz de alto de la autoridad presente, la forma en que se enfrentó la última de ellas constituye una pequeña muestra de la actitud que se debe adoptar ante el avance del narcotráfico. Es esa ocasión, un solitario funcionario de Prefectura arriesgó su vida al enfrentar la desenfrenada fuga de un vehículo y disparar cinco veces su revólver calibre .38.
Una de las balas dañó un neumático del auto, obligando a los delincuentes a abandonarlo unos cientos de metros más adelante, junto a casi 22 kilogramos de pasta base --valuados en más de 200.000 dólares—que estaban ocultos en su interior. Es claro que ésta es la forma en que de ahora en más se deberá actuar ante una mafia que se siente omnipotente, capaz de cruzar las fronteras en las propias narices de los funcionarios de Aduana, Prefectura y Gendarmería, que no responden con la suficiente contundencia y celeridad para detenerlos en el Área de Control del puente internacional.Sin embargo, con la acción decidida de un efectivo de la fuerza uruguaya, los criminales perdieron su cargamento y posiblemente, según el férreo código que regula estas organizaciones de delincuentes, hasta algo más que eso. Pero esta acción solitaria pasará desapercibida y sus efectos positivos se diluirán si no es respaldada con medidas urgentes, distintas a los ambiciosos “planes a largo mediano plazo” publicitados permanentemente. Por ejemplo, instalar en la cabecera del puente un cierre perimetral consistente –no el endeble tejido actual, vulnerado constantemente— con casetas de vigilancia provistas de efectivos que realmente impidan cualquier intento de ingreso ilegal al territorio nacional, aplicando la fuerza si es necesario. Reducir al máximo los amplios espacios ociosos del Área de Control Integrado para circunscribirla a lo que realmente debería importar: las instalaciones de los organismos de contralor.
Colocar a la salida de la senda de ingreso, bajo el pavimento, un sistema de púas retráctiles accionado a distancia, de los denominados “rompe gomas”, que solo permita el paso de los vehículos que expresamente fueron habilitados para hacerlo. No son grandes cambios en infraestructura, ni exigen erogar sumas de dinero desorbitantes, pero en cambio sí son imprescindibles para garantizar que lo que realmente importa detener en la frontera e impedir que ingrese a nuestro país, efectivamente sea controlado.
Nadie puede sentirse intimidado por medidas fuertes de este tipo, a menos que esté al margen de la ley; en ninguna frontera del mundo se traspasa con prepotencia, con sólo apretar el acelerador, sin pagar muy caro las consecuencias.
Estas acciones son apenas tres ejemplos de fácil aplicación --y seguramente más efectivos que los delirantes “planes a mediano plazo”— que, si bien no detendrá a los omnipotentes traficantes, al menos los obligará a esforzarse un poco más para continuar con su sucio negocio.


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