Paysandú, Sábado 15 de Junio de 2013
Locales | 08 Jun Todos los años, en esta fecha tan especial para la ciudad de Paysandú, se reitera el nombre del escribano Adolfo Mac Ilriach, dado que en calidad de edil de la Lista 72 de la Agrupación Diego Lamas del Partido Nacional, mocionó el homenaje que, desde 1964 a la fecha, realiza la Junta Departamental a la memoria de un ciudadano que haya aportado sustancialmente a Paysandú. Asimismo, Mac Ilriach definió en uno de sus trabajos literarios lo que es “ser sanducero”.
Fue el edil Mac Ilriach quien comenzó la ahora ya larga serie de recordaciones el 8 de junio de aquel año. Lo hizo con el homenaje a don Enrique Chaplin, filántropo que cobijó y formó a niños sin recursos, a los cuales convirtió en hombres de bien. También brindó un invalorable apoyo a sus contemporáneos ancianos, conformando un hogar para ellos que hoy lleva su nombre. Es por eso que Chaplin, quien nació rico, murió pobre materialmente pero con riqueza espiritual.
Mac Ilriach, además de político, también fue un brillante escritor. Una de sus piezas literarias, titulada “Ser sanducero”, identifica el modelo del ser humano nacido en este suelo y habla de su gran capacidad de observación y su compenetración con la sociedad de la que formó parte.
Un canto a la vida
Fechada el 1º de enero de 1960, su proclama “Ser sanducero” dice: “Mis amigos: Ser sanducero, no significa tanto haber nacido aquí o tener en este solar su domicilio, familia, patrimonio, trabajo o descanso. Ser sanducero, no significa tanto transitar por sus calles, integrar las instituciones, operar con los bancos, hablar bien de las industrias y de las fábricas”.
“Ser sanducero, no es tanto llevar libros bajo el brazo, portar la bandera en los desfiles patrios, actuar en los cuadros de la política, pronunciar discursos, laborar en un taller, reunirse en un sindicato, figurar en la plana de los diarios, exhibir el escudo departamental en la oficina o en la sala de recepción. Es eso y mucho más”.
“Ser sanducero, es una disposición de ánimo, un estado de espíritu, una posesión del alma, una responsabilidad, un deleite, un enfoque especial de las cosas de la vida, una satisfacción. Es el espíritu de Paysandú”.
“No se pregunta domicilio, ni procedencia, ni riqueza. Interesa sólo sentirnos hermanos; buscar el mismo nivel, cubriendo --con nuestra solidaridad-- el déficit que da el infortunio; o alzando las manos batiendo palmas para estar más cerca de quien escaló la cumbre”.
“Ser sanducero, es saber comprender al enfermo, al obrero, al desposeído, al débil, al resentido. Es saber señalar el riel a quien se inclina en el terraplén del vicio o del placer. Es la puerta abierta, la mano dada al que llega y el convite de sentarlo a la mesa, como anuncio de nuestra manera de ser, que es la de trabar amistad con todos los buenos”.
“Queremos partir el mismo pan y entendernos con la mirada, en la misma alegría del vivir. Por eso andamos los sanduceros, hombro con hombro y corazón con corazón, repechando la misma cuesta”.
“A nuestras espaldas una tradición gloriosa y nuestra frente saben del surco del trabajo y de la luz de la honradez, de la moral y de la familiaridad”.
“¡Esto es Paysandú! Una caravana en marcha, un paso triunfal, un canto a la vida, una armonía del espíritu, un reconocimiento a Dios”.
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