Paysandú, Sábado 15 de Junio de 2013

Medidas que van en la buena dirección

Opinion | 10 Jun El jueves el equipo económico anunció una serie de medidas dirigidas a mejorar la competitividad de nuestras exportaciones, en un marco de días previos en que se registró un alza significativa del dólar en la plaza financiera por la expectativa de las medidas pero también por compras fuertes del Banco Central.
Es saludable --aunque creemos que la decisión ha sido tardía-- que se creyera pertinente reorientar la política económica pretendiendo dar algo de oxígeno a sectores de exportación, que si se han sostenido hasta ahora es por la alta cotización de nuestros productos primarios, pero con el común denominador de que somos un país caro. Y más si se trata de colocar productos con valor agregado, con salarios e insumos que han crecido en forma incesante, medidos en dólares.
El gobierno decidió abandonar la tasa de interés de referencia y se retorna al manejo de agregados monetarios, y la fijación de un encaje del 50 por ciento a los títulos en pesos comprados por no residentes, que los obliga a inmovilizar ese porcentaje en una cuenta en el Banco Central, con la idea de reducir la oferta de dólares en la plaza provenientes de inversiones consideradas de carácter especulativo, sobre lo que ya Mujica había advertido cuando en declaraciones a un medio argentino dijo que “estamos tapados de dólares”.
Es positivo que se atienda al sector exportador, y a la vez se disuada en alguna medida también las importaciones que sustituyen productos de origen nacional, pero por cierto que a esta altura ya hay un saldo de desequilibrio financiero de empresas e incipiente desocupación, así como pérdida de trabajos de calidad, que no es fácil de recuperar.
Pero el hecho de que se abandone la anterior política indica señales de que hay conciencia sobre la situación y sobre todo de que se está dispuesto a rectificar rumbos, porque no hay leyes en la economía que se puedan pasar por alto sin sufrir las consecuencias, y el dólar deprimido acarrea una serie de situaciones que solo se pueden paliar con medidas complementarias que no se han adoptado todavía en nuestro país, por ejemplo con una reducción del gasto público que sigue disparado y con la búsqueda de una productividad que sigue deprimida.
Claro, debe tenerse presente que mejorar la competitividad centrando todo en el dólar es poco recomendable, por cuanto Uruguay siempre ha sido altamente dolarizado y las transacciones con el exterior se basan en esta moneda, por lo que en términos reales hay un encarecimiento general para el consumidor local, y a la vez los salarios y prestaciones, así como las rentas en general, pierden valor en dólares.
Sobre todo, esta suba se reflejará inevitablemente en los índices inflacionarios, en algunas áreas más y en otras menos, pero siempre con una tendencia general que se ha dado sistemáticamente en Uruguay, tanto por efectos reales como por las expectativas que se generen en los operadores, aunque a esta altura nadie se atreve a vaticinar cuál será la real evolución del dólar en el mediano plazo.
Lo que sí es cierto es que el Poder Ejecutivo también ha modificado las pautas de inflación y las ha situado más cerca de la realidad, al aguardarse un 7 por ciento en lugar de un 4,5 por ciento que se había trazado y que era una ilusión que no convencía a nadie, por supuesto.
Igualmente, no basta con anunciar lo que se va a a hacer para que se de todo por sentado, sino que el gobierno debe demostrar que realmente apunta a que las cosas tengan un giro para generar más competitividad, para lo cual deberá ordenar las cuentas y abatir el déficit fiscal, a la vez de hacer que los costos internos estén a tono con las necesidades de los sectores reales de la economía, porque de nada sirve subir el dólar si a la vez aumentan nuevamente los costos y se realimenta la inflación.
Este es precisamente el aspecto central de la problemática, y no puede extrañar que las dudas de consultoras privadas y sus clientes empresariales, así como los operadores en general apunten a desentrañar si realmente el equipo económico adopta el compromiso político de abatir la inflación atacando las causas y no actuando sobre los efectos, como ha ocurrido hasta ahora, sobre todo teniendo en cuenta que el componente de la baja brusca del dólar será un factor distorsionante si se sigue con esta tendencia. Por lo tanto, todo indica que si realmente se quiere pasar a un rumbo que sea más o menos sólido deben adoptarse medidas complementarias que vayan en la misma dirección y que atiendan los problemas de costos de producción que surgen del peso del aparato del Estado sobre los sectores reales de la economía. Aunque no se haya avanzado absolutamente nada en su reforma, pese a los anuncios rimbombantes que se hicieron durante la Administración Vázquez.


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