Paysandú, Martes 18 de Junio de 2013
Opinion | 15 Jun Es tiempo de Rendición de Cuentas y “no tiene que extrañarnos que la gente reclame tener unos pesos más”, sentenció en las últimas horas el presidente José Mujica, al comentar la ola de reclamos que ha surgido desde el ámbito de los trabajadores estatales, con marcado énfasis en la enseñanza, por aumentos salariales.
Estos planteos que se reiteran en estas instancias especiales, y en todo gobierno, adquieren particular virulencia en una administración del Frente Amplio, donde dirigentes sindicales están alineados o pertenecen al partido de gobierno, y por lo tanto hay vasos comunicantes que hacen que quienes así actúan se sientan dueños absolutos de la verdad para llevar a grado extremo la radicalización de sus planteos.
Por lo menos esta es la explicación que podemos encontrar a la forma en que se están canalizando los planteos, y en el caso de la enseñanza, en el ataque personal al del ministro de Economía y Finanzas, Fernando Lorenzo, considerado un moderado en el espectro de las izquierdas que se nuclean en la coalición de gobierno.
Por supuesto, no es la tarea más grata para un ministro tener que decir que no a determinados reclamos, por más justos que sean, porque los recursos son finitos y lo que se da a uno se tiene que sacar a otro.
Pero lo que no corresponde es el grado de la medida de fuerza que desarrolló el gremio de docentes de la enseñanza en la propia sede ministerial, los que ingresaron por la fuerza y protagonizaron un airado reclamo con groseros cánticos destinados a Lorenzo, en los que repetían a coro: “a vos te puso el Fondo, Lorenzo botón”, a lo que agregaron estribillos con el tradicional “hijo de ...” destinados al secretario de Estado.
Y por más legítimos o no que sean los reclamos --seguramente hay también muchos otros sectores postergados en sus salarios, y no pocos de ellos en el ámbito privado-- debe rechazarse enfáticamente esta prepotencia contra los gobernantes o cualquier persona, y mucho más aún si se trata de docentes que se supone que deben “educar” a las jóvenes generaciones. Cabe entonces con toda lógica razonar si quienes tienen la misión y el deber de educar y formar a nuestros jóvenes se expresan con tales obscenidades públicamente, sin que siquiera les importe un rábano que los estén grabando y salgan por los medios de difusión, están realmente en condiciones de contribuir a formar a nuestros estudiantes, o si como nos tememos, no sean la solución sino parte de los graves problemas que afectan la enseñanza.
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