Paysandú, Jueves 20 de Junio de 2013
Opinion | 17 Jun La educación nacional, en serios problemas, no solo necesita renovación de programas, métodos y objetivos que impliquen ponerse al día con una realidad respecto a la que el sistema educativo está atrasado desde hace décadas, sino que también debe partirse de un diagnóstico en el que dejen de lado preconceptos y viejos esquemas para encarar con decisión los desafíos del mundo moderno.
El punto es que estamos en un esquema rígido, a partir de un statu quo que parte del orden docente, que entiende que no solo no debe quedar excluido de la renovación –lo que está muy bien— sino que no debe ni puede hacerse nada sin su participación, conocimiento o iniciativa, y ello explica que sistemáticamente ponga trabas a todo intento --por menor que sea-- para cambiar las cosas, aunque más no sea para evaluar como se responde ante alguna nueva propuesta, para tener por lo menos un mínimo en qué apoyarse para encarar acciones de mayor profundidad.
En este escenario, igualmente en abril de 2012 comenzó a funcionar en 17 centros educativos del país el plan Promejora, un proyecto impulsado desde el Codicen que fija metas a tres años, da mayor protagonismo al trabajo que se forja desde el propio instituto de enseñanza y busca medidas concretas para la problemática de cada lugar. Pero la puesta en marcha de este plan no fue para nada simple ni libre de avatares, dado que enfrentó una dura oposición de los sindicatos de la enseñanza, al punto que el plan no pudo aplicarse en ningún liceo de la capital.
Igualmente, pese a los augurios negativos de los gremios educativos, el Promejora ya arroja buenos resultados en algunos de los centros que lo están aplicando, según dijeron a El País directores y docentes de cinco centros secundarios del Interior, los que señalaron que se empiezan a notar avances en los resultados académicos y se aprecia una notoria motivación de los docentes.
En el caso del liceo de La Coronilla, por ejemplo, se hizo una comparación entre los alumnos que repitieron y los que pasaron de año en 2011 y en 2012 (cuando ya funcionó el plan) y consideraron que había una mejora: En 2011 hubo 31% de repetidores y en 2012 la cifra bajó a 16%; y 7% de fallos quedaron en suspenso.
Dorley Nicodella, directora del liceo de La Coronilla, señaló al matutino capitalino que se notan más avances a medida que el plan se va desarrollando. En 2012 (año que estuvo dedicado a la autoevaluación de los centros) el liceo de dicha localidad de Rocha tuvo entre marzo y abril un total de 212 inasistencias, mientras que en igual período de 2013 la cifra se ubicó en 167.
Explicó que hubo “mayor asistencia de los alumnos en ciclo básico, mayor acercamiento de las familias e involucramiento y mejores resultados pedagógicos en comparación con el año pasado”, y consideró que el Promejora hizo que los docentes se pusieran a “pensar y reflexionar” sobre la institución, lo que llevó a cambiar la forma de trabajo.
La dirección del liceo de Tomás Gomensoro, en Artigas, se expresó en un sentido muy similar, y destacó que ingresar en este programa fue muy bueno en el sentido de que permitió hacer cosas tales como obligar a reflexionar a la Dirección y docentes “sobre nuevas prácticas”, con avances “importantes”, principalmente por la detección de los problemas y el compromiso logrado con los docentes.
En el liceo 1 de Carmelo, en tanto, también destacan el aporte generado por el Promejora y docentes señalaron que el plan logró que “saquemos datos empíricos y nos permitió organizarnos”, lográndose “buenos resultados en convivencia y en la visión de los padres sobre la institución”.
En 2012, a esta altura del año, un 19% de los alumnos hubiera repetido de acuerdo a sus calificaciones, mientras que en 2013 esa cifra se ubica en este momento en 13%. Asimismo, Mary Pereira, profesora de Historia del liceo de Cebollatí, en Rocha, dijo que se logró “un trabajo más mancomunado entre los docentes, mucho más colaborativo porque los docentes se empezaron a abrir”. Según explicó, el docente --más aún en Secundaria-- se acostumbra a trabajar solo, pero con este plan “se empezó a aprender y a practicar el trabajo en conjunto a pleno. Al tener que evaluar y diagnosticar para ver qué problemas hay y qué hay que hacer, hay que unirse con el compañero para poder determinar esas cosas”, opinó.
Estos datos provenientes de los propios docentes indican que hay una evaluación positiva de un plan que apuntó a un objetivo mucho más ambicioso, pero que fue truncado por la resistencia de los gremios docentes, al punto que en Montevideo no se pudo aplicar en ningún liceo.
No es el desideratum ni nada que se parezca, sino un plan piloto que puede servir de punto de apoyo para hacer algunas cosas en la enseñanza, como evaluar resultados de lo que se intenta innovar. Pero hasta ahora los intereses creados y los esquemas ideológicos de gremios docentes han hecho que estemos ante una inamovilidad e impotencia que indica que será muy difícil hacer algo más o menos significativo ante la resistencia de gremios que solo han aspirado a conquistar más poder en los órganos directrices de la enseñanza y mejorar salarios, a partir de una Ley de Educación absolutamente ineficaz, sin vivir los problemas de la educación y mucho menos hacer algo para cambiar la pisada.
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