Paysandú, Sábado 22 de Junio de 2013
Opinion | 21 Jun Las políticas voluntaristas suelen traer más perjuicios que los problemas que se pretende solucionar, porque se propende a atender el momento ante reclamos muy pertinentes las más de las veces, pero para los que siempre escasean los recursos, que deberían volcarse en un orden de prioridades y también teniendo en cuenta la calidad del gasto, es decir contra resultados que deben evaluarse criteriosamente.
De otra forma, se estaría siempre arrojando dinero a un barril sin fondo, atendiendo problemas puntuales con paliativos a través del dinero de todos los uruguayos, cuando el deber de todo gobernante es el de hacer el mejor uso posible de estos recursos cuidando que sean bien invertidos.
En el caso del Estado, al manejarse dineros que son detraídos de toda la sociedad, existe la tentación de jugar a ser un Rey Midas, porque siempre la plata va a aparecer, como por generación espontánea. Sin embargo cada peso que se da generosamente es ni más ni menos que el resultado del trabajo de los sectores reales de la economía, y cuando no se cuenta con esta disponibilidad, la otra alternativa es el endeudamiento. Y como plata es igual a trabajo, eso significa comprometer a las venideras generaciones con más esfuerzo para pagar el capital y los intereses por préstamos.
Sin embargo, a estas opciones se ha agregado en las últimas horas una “propuesta” excepcional, promovida por el subsecretario de Educación y Cultura Oscar Gómez, cuyo objetivo es calmar las aguas coyunturalmente agitadas por los reclamos de los gremios de la enseñanza ante la Rendición de Cuentas. Se trata de apelar a las reservas que tiene el Estado para darle un incremento salarial a los docentes, planteo que fue apoyado en las últimas horas por el subsecretario de Economía, el socialista Alejandro Antonelli.
Esta fórmula se inscribe notoriamente en las contradicciones que existen en el seno del gobierno por las distintas visiones de ver la economía entre dos equipos que desde el principio de la administración mantienen una puja sorda --a veces no tanto--, uno de los cuales es encabezado por el Cr. Danilo Astori, cuyo delfín es el actual ministro de Economía Fernando Lorenzo, y la izquierda ortodoxa con técnicos del MPP promoviendo medidas que responden a la visión tradicional de la izquierda uruguaya.
A este planteo ha respondido Astori al señalar que “con las reservas hay que tener mucho cuidado. Si bien el país tiene un volumen importante de las mismas, las reservas tienen contrapartidas. Son el respaldo de la deuda que tiene el Uruguay, constituyen además reservas que están constituidas como encaje por disposiciones del Banco Central y en realidad son reservas cuyos titulares son instituciones, por encima de las cuales no se puede pasar. Las reservas son reservas y hay que ser muy cuidadoso”.
Gómez propone a los legisladores oficialistas la utilización del 0,25% de los U$S 14.500 millones en reservas del Uruguay para pagar un aumento de $1.000 para todos los docentes, incluidos los de la Universidad de la República. Entiende que ese incremento tendría un costo de U$S 42 millones por año para las arcas estatales. “Si hablamos de estabilidad macroeconómica, decir que tenemos el 100% de las reservas o el 99,75% es lo mismo y se ayuda a encontrar una salida digna a estos problemas”, señaló ayer Gómez a El País. “Un gasto así es insignificante”, acotó.
Por su lado Antonelli dijo a El Observador que comparte que se dé una oportunidad al debate sobre el uso de las reservas, a las que consideró “un instrumento más”. “No hay que ser fundamentalista en los instrumentos”, dijo. Por cierto que estamos ante un planteo voluntarista, que no solo sería puntual para atender este reclamo, sino que a la vez sentaría un precedente para que otros grupos se crean con derecho –legítimo-- a tener el mismo tratamiento a la hora de fijar los recursos.
La postura simplista de Antonelli equivale a vender las joyas de la abuela para pagar la luz, o sea un gasto sin ningún retorno que no se sustenta de ninguna forma. Porque un aumento de sueldo de mil pesos puede parecer poco para el volumen de reservas que tiene el Uruguay, pero conceptualmente es una arbitrariedad inaceptable por irresponsable, donde se retiran fondos del respaldo económico para satisfacer un gremio con “coronita”. Y respecto a la necesidad de tales reservas, que seguramente cualquier economista entiende, basta recordar la crisis que vivió el país en 2002, momento en que también parecía que estábamos “sobrados de reservas” y que en cuestión de apenas seis meses terminamos rasguñando las paredes del Banco Central. Por otra parte, justificarse en el argumento de que se trata de “solo un 0,25% de las reservas” es infantil, algo así como decir que si dentro un supermercado abro un paquete de galletitas, me como dos o tres y lo vuelvo a dejar en la góndola no está mal, porque el paquete tenía muchas más.
Quienes promueven estas ideas a tientas y a locas, deberían mejor extremar su intelecto en determinar cómo controlar, en qué y cómo se gastan los ya cuantiosos recursos que se vierten en la educación como en tantas áreas, cuidando el dinero de todos los uruguayos, en lugar de seguir disponiendo alegremente de lo que no les pertenece, por más justas que se crea que sean las causas pendientes.
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