Paysandú, Domingo 23 de Junio de 2013
Opinion | 23 Jun Las protestas sociales que recrudecieron en Brasil, con el trasfondo de un reclamo de rebaja en el precio del boleto del transporte urbano, generó una catarata de protestas donde los ciudadanos incluyeron la necesidad de dotar de mayor presupuesto a la educación y los servicios sanitarios, además de denunciar altos niveles de corrupción y en contra de un proyecto de ley que limitaría el poder de las fiscalías estatales en la investigación de delitos.
Todo eso, mientras la sexta economía mundial organiza la Copa del Mundo 2014 y los Juegos Olímpicos de 2016.
En tanto se repite el concepto que estas marchas se han organizado sin un liderazgo claro --al igual que el movimiento de los indignados en España denominado 15M--, aparece un claro y moderno líder que rompe los ojos.
La presidenta Dilma Rousseff quebró su silencio el viernes pasado, una semana después de las marchas multitudinarias en las principales ciudades, para anunciar que estaba dispuesta a reunirse con “los líderes de las protestas pacíficas” y anunció su deseo de mayor transparencia, donde las instituciones sean “más resistentes a la legalidad”. Los gobiernos progresistas provienen de liderazgos fuertes, bajo un patrón de lucha que seguía a un individuo, y a eso lo saben Rousseff, Lula da Silva, Cristina Fernández o José Mujica. En la década de 1970 no existían las denominadas “redes sociales”, a través de las cuales una “comunidad virtual” convoca a una protesta y así, todos llevan sus pancartas a las plazas.
Hoy el poder ciudadano se encuentra al compartir la información y un sentido de democracia extendida a través de esas redes que invitan a salir a la calle. Es así que las marchas en Brasil, comenzaron mucho antes que los primeros ciudadanos pusieran un pie en las avenidas y recibir una fuerte represión policial.
No obstante, no es la primera vez en la historia de la humanidad que aparece el poder colectivo como protagonista. Lope de Vega escribió “Fuenteovejuna”, basado en un hecho histórico ocurrido en 1476, donde el pueblo se unió para buscar justicia ante el abuso de poder.
Ahora, como en aquel entonces, si Rousseff preguntara, tal como lo hizo el juez de la obra teatral perteneciente al siglo de oro español, la respuesta ya está escrita: “¿Quién es Fuenteovejuna?”, “Todo el pueblo, señor”.
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