Opinion | 18 Jun El cambio climático, un fenómeno sobre el que muchos años se discutió si estaba ocurriendo o no y cuál podría ser su impacto, es algo que en la comunidad científica internacional hoy ya nadie duda.
Una reciente investigación, publicada en la revista Nature Climate Change, da cuenta que si la temperatura del planeta sigue aumentando, habrá sobre la Tierra menos cantidad y variedad de animales y plantas y el hombre se verá inevitablemente afectado por estos cambios.
El pronóstico no es nuevo, pero ahora los científicos señalan que si no se reducen las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI), en el año 2080 más de la mitad de las plantas más comunes (57%) y más de un tercio de los animales más diseminados sobre el planeta (34%) se verán seriamente afectados por el incremento de la temperatura de sus hábitats.
Los investigadores hicieron diferentes cálculos y llegaron a la conclusión de que, aunque el pronóstico es preocupante, se está bien a tiempo de evitar las consecuencias que se producirían si las emisiones de gases de efecto invernadero mantuvieran la tendencia.
En este contexto, resulta importante destacar que Uruguay trabaja desde hace varios años en planes de mitigación y reducción del efecto invernadero a distintos niveles, entre ellos el ámbito productivo, trabajándose incluso a nivel predial en tanto en la reducción de emisiones como planes de mitigación. A modo de ejemplo, el proyecto “Ganaderos familiares y cambio climático” del Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca trabaja en los departamentos de Artigas, Rivera, Salto, Tacuarembó, Rocha, Maldonado y Lavalleja, para lo que han recibido una financiación del Fondo de Adaptación del Protocolo de Kyoto.
A nivel nacional, este fondo tiene como objetivo apoyar a los productores de la cuenca basáltica y las sierras del Este del país, para minimizar la vulnerabilidad de estos productores al cambio climático y mejorar sus capacidades para asumir con flexibilidad situaciones climáticas adversas. El impulso de una política de riego y el desarrollo de prácticas culturales más seguras a nivel de los productores son ejes centrales del proyecto.
En un país en que los recursos económicos para la prevención son siempre escasos, resulta fundamental la toma de conciencia por parte de los productores y la población en general, de forma de poder continuar desarrollando su actividad en un medio que ha venido cambiando y en el que sequías e inundaciones suelen ser problemas graves para la base de la economía nacional, que continúa siendo agropecuaria.