Paysandú, Miércoles 26 de Junio de 2013
Opinion | 24 Jun Lenta pero auspiciosamente va ganando terreno la incorporación de generación de electricidad en base a energías renovables en nuestro país, luego de largos años de desidia y omisiones de sucesivos gobiernos que tardaron demasiado en asumir que ha terminado la época de los combustibles fósiles baratos, lo que --peor aún-- es un factor de dependencia exterior que resta margen de maniobra en cuanto a previsiones y manejo de la economía.
Es así que de acuerdo a lo que informa la Administración del Mercado Eléctrico (Adme), durante 2012 la generación con energías renovables no tradicionales, fundamentalmente la biomasa y la eólica, la generación se situó en términos similares a la que se importó de países vecinos, con un seis y un siete por ciento respectivamente, en tanto en 2011 las energías no renovables habían llegado al cuatro por ciento del total de demanda de electricidad.
Si bien los porcentajes aparecen como pequeños, se ha logrado avanzar en pocos años prácticamente del cero absoluto a una parte ya significativa del total de generación, que se apoya en la hidráulica como promedio para todo el año, naturalmente, pero que tiene altibajos de acuerdo a la disponibilidad de agua en los embalses. Precisamente cuando se llega a un déficit de demanda en momentos críticos, debe apelarse a la importación de energía eléctrica de países vecinos, a un alto precio, por encima del que se paga a los proveedores locales con energías renovables, por cierto.
Es que durante mucho tiempo se intentó “ahorrar” en el pago a los inversores, en el colmo de la sinrazón, cuando en todo el mundo se han creado estímulos y subsidios para la inversión en energías renovables. En los últimos tiempos, este capricho de algunos jerarcas ha sido dejado de lado y se ha instalado como política de estado el incorporar estímulos para la inversión, en base a exoneraciones, y a la vez precios a tono con el mercado, aunque todavía sin llegar por regla general al nivel que se paga por la energía importada de los países vecinos.
Actualmente hay fuertes proyectos de inversiones canalizados a la energía eólica y también se está utilizando biomasa en emprendimientos donde se queman los desechos forestales en grandes volúmenes, como la planta de Botnia, en tanto en el caso de Azucarlito se trabaja para el mercado spot, es decir cuando UTE necesita energía y paga al mayor valor de importación, que podría catalogarse como energía de reserva disponible cuando los precios cubren los costos. El punto es que cuando todos los proyectos eólicos que contrató UTE a través de respectivos llamados a licitación entren en funcionamiento habrá 1.200 megavatios de potencia instalada de energía de esa fuente. Debe tenerse presente que en 2012 eran apenas 23,1 megavatios instalados por privados y 29 megavatios de un parque de UTE, a la vez que había 233 megavatios instalados de generación por biomasa.
A ello debe agregarse la reciente apertura de una licitación para incorporar hasta 200 megavatios de energía solar fotovoltaica y ya se recibieron ofertas con este fin. En lo que respecta a la importación, Brasil se ha venido perfilando como el mayor proveedor de energía de Uruguay, pasando de un 11 por ciento en 2010 a 62 por ciento del total de importaciones de energía eléctrica de nuestro país en 2012.
La tendencia en las últimas dos décadas ha sido de un incremento persistente de la demanda eléctrica, con altibajos, pero sin duda marca que hay una creciente electrificación y sobre todo en el último lustro en el caso de la demanda doméstica se han incorporado miles y miles de electrodomésticos, especialmente equipos de aire acondicionado, en todo el país, lo que ha hecho que por ejemplo la demanda pico de verano se acerque a la de invierno.
Hay por lo tanto elementos que se han incorporado a la matriz de consumo que rompen con esquemas anteriores, pero inequívocamente con la tendencia al alza que exige al esquema de generación en los días pico, que este año se ha situado en los 1.800 megavatios y por ende poniendo en máxima exigencia al sistema de respaldo.
En esta oportunidad la situación en los embalses es buena, con disponibilidad de agua y por lo tanto sin que cruja el sistema y se requiera sistemáticamente de la energía importada.
Es decir que el punto de incertidumbre se apoya en la falta de disponibilidad segura, por cuanto es notorio que en las sequías las turbinas hidráulicas generan muy por debajo de la capacidad instalada, y lo mismo ocurre con la eólica, por lo que los megavatios instalados en este último caso no son realmente en su totalidad de disponibilidad efectiva, contrariamente a lo que ocurre con la biomasa, por ejemplo.
De todas formas, la idea es incorporar sistemáticamente energía a partir de fuentes renovables, porque si bien no es de plena disponibilidad todo el año, la deficiencia coyuntural de una es suplida por la capacidad instalada de otra, y así sucesivamente, lo que da la pauta de que la inversión debe seguirse estimulando para superar los avatares de siempre y, además, aliviar la factura de importación de petróleo, a la vez de reducir vulnerabilidades, lo que no es poco decir.
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