Paysandú, Viernes 28 de Junio de 2013
Opinion | 25 Jun Sin dudas la ciudadanía emitió el domingo un mensaje directo al sistema político, al ignorar la convocatoria formulada por los grupos que aspiraban a derogar la Ley 18.987, que entre otros aspectos sobre salud reproductiva comprende la despenalización del aborto. Por lo tanto seguirá vigente esta normativa cuestionada por grupos de oposición --en la fuerza de gobierno también hay sectores disidentes-- y organizaciones sociales, por razones éticas, religiosas y morales, que aspiraba a obtener el respaldo ciudadano para derogar la ley en referéndum.
El mensaje puede interpretarse de varias formas, de acuerdo a la óptica con que se mire, pero por lo pronto es sin dudas un revés contundente para los organizadores del reclamo, que recogieron las firmas necesarias, según el requisito constitucional, para llegar a la instancia formal de convocatoria en la que se necesitaba los votos del 25 por ciento del electorado para convocar a referéndum que permitiría plebiscitar y eventualmente derogar la norma por mayoría simple.
El punto es que en un tema tan delicado la ciudadanía demostró que puede pensar en forma independiente de lo que les indican sus líderes políticos, al punto que ningún partido puede considerarse “vencedor”, a menos que líderes como Tabaré Vázquez por ejemplo, se consideren ajenos al Frente Amplio. Es así que ocho meses después de su promulgación de la ley, la convocatoria necesitaba que unas 656.000 voluntades en todo el país y alrededor de 23.000 en Paysandú, de acuerdo a este porcentaje, votaran la interposición del recurso de referéndum, para habilitar una votación, esta vez sí obligatoria, por sí o por no de la ley. Pero la convocatoria quedó huérfana de apoyo popular, al punto que no se alcanzó siquiera a la mitad de los votos requeridos, al llegarse solo al 9 por ciento en lugar del 25 por ciento requerido.
Quiere decir que más del 90 por ciento de la ciudadanía ignoró la convocatoria, lo que no debería llevar a la interpretación rápida y profundamente errónea de que ese porcentaje del cuerpo electoral está de acuerdo con la ley de despenalización del aborto. Muchos lo estarán y muchos otros no, pero realidad indica que la ciudadanía no demostró interés en el tema, y por lo tanto creyó del caso dejar las cosas tal y como se había expresado el Poder Legislativo votó la norma.
Al fin y al cabo, estamos en una democracia representativa, y en cada elección los votantes delegan en sus representantes la dilucidación de los asuntos de Estado y los que les interesan particularmente, por lo que hay pocos temas que realmente pueden sacar al elector de su apatía si es convocado a que vaya voluntariamente, y solo lo hace masivamente en caso de que la convocatoria resulte obligatoria.
Pero este caso, en que el pensamiento de cada ciudadano es independiente de lo que pueden pensar y votar su partido, era una oportunidad para que el soberano se pronunciara expresamente si respaldaba o no la solución que se ha dado al tema.
Al no concurrir, hay un pronunciamiento inequívoco de respaldo, porque estamos ante el pronunciamiento directo de la ciudadanía que no se sintió tocada por los argumentos esgrimidos por quienes convocaron, y seguramente no estamos ante un tópico que el común de la gente tenga entre sus prioridades.
Pero sí cabe una reflexión en todo esto, cuando aún las encuestas predecían otros resultados que no se dieron en los hechos. A lo que hacemos referencia es a que si bien hubo una fuerte campaña “pro referéndum” en todo el país, con figuras políticas de primer orden pidiendo el voto de los uruguayos, y por el otro lado fueron muy pocas las voces que defendieron la ley públicamente, podríamos decir que “casi nadie” fue a votar. Sin embargo cuando se le pregunta a alguien qué opina sobre el aborto, en general se manifiesta en contra o no opina. Esto da para pensar que, como es lógico, nadie quiere mostrarse como un potencial “asesino” dispuesto a matar a sangre fría al “no nacido”, tal como lo presentan los grupos contrarios al aborto, pero que al momento de enfrentarse a la urna o manifestarse anónimamente con su voto –no votar es una forma de manifestarse--, todos estos argumentos se dan de frente contra la realidad. Es de suponer ahora que nadie piensa que el 90 por ciento de los uruguayos son “asesinos”.
La ciudadanía se ha expresado, por amplísima mayoría. Como señaláramos desde esta página editorial el mismo día de la convocatoria, “también esta instancia consultiva de hoy es ya una forma inequívoca de expresión del ciudadano” si no se llegaba a los votos, y por lo tanto lo único que corresponde es respetar la decisión soberana, tanto en la retórica como en los hechos, sin artilugios para pretender justificar que luego se busquen otras vías para desconocer la opinión del ciudadano.
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