Paysandú, Lunes 01 de Julio de 2013
Opinion | 01 Jul Desde hace varios años la Junta Nacional de Drogas (JND) insiste en la necesidad de establecer un marco regulador del consumo de alcohol a través de una estrategia nacional que observa un incremento sostenido, especialmente en los más jóvenes.
Si las últimas estadísticas indican que el promedio de edad de comienzo se ubica entre 12,8 y 13 años de edad, entonces se deberá reflexionar acerca del papel referencial que cumple la familia, cada vez más ausente en este tema, como en otros.
Los fines de semana son el fiel reflejo de esa realidad, donde se observan adolescentes o jóvenes en condiciones indignas y siempre cabe la pregunta: ¿cómo reaccionarían sus referentes familiares si los vieran así, tirados en la calle bajo profundos malestares físicos? La respuesta se hace evidente y seguramente no lo sepan, porque retornan a sus casas cuando pasó “el efecto”.
Después vendrá la reiterada reacción en el hogar: “dejalo que duerma”. Y así, con la creencia que el sueño es sanador, lo urgente acaba con lo importante. Si lo urgente es que mejore de una borrachera, al día siguiente no se tratará el aspecto medular del problema, que es el consumo problemático de alcohol cada fin de semana.
Y hablando de “dormir”, debemos destacar que la propuesta reguladora permanece en el ámbito parlamentario estancada y sin mayores discusiones, mientras se otorgó relevancia a la regulación del cannabis cuando la ingesta problemática de bebidas alcohólicas, también atraviesa a la sociedad sin distinciones.
Las razones por las cuales se registra el consumo de alcohol a menor edad tampoco son difíciles de comprender. Resulta claro que la percepción del riesgo en la sociedad es muy bajo, por eso las herramientas legislativas se vuelven necesarias. Aunque no es correcto que se establezcan patrones de conductas a través de las leyes --porque ese trabajo deberá hacerse en la casa--, es imprescindible un acto de realismo. No obstante, ese realismo indica que tampoco se deben generar fuertes acciones ignorando que la industria del alcohol en Uruguay es relevante, en producción y fuentes laborales.
Desde el año 2008 se viene elaborando un proyecto de ley que el Poder Ejecutivo enviará al Parlamento en los próximos días.
Pasaron cinco años de siesta. Que la “resaca” social y parlamentaria no impida continuar visualizando el consumo problemático de alcohol, ante un asunto que requiere acciones inmediatas antes que “seguir durmiendo”.
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