Paysandú, Miércoles 03 de Julio de 2013
Deportes | 27 Jun Que mereció otra cosa, es verdad. Pero no es cuestión de merecimientos. Uruguay perdió 2 a 1 ante Brasil en Belo Horizonte, y dejó pasar la posibilidad de clasificar a la final de la Copa de las Confederaciones.
Los celestes jugaron un gran partido, plantearon de manera inteligente el choque ante un equipo al que no le dio espacios, pero perdieron frente a un Brasil que no luce, aunque es efectivo. Y, en definitiva, es lo que cuenta.
Uruguay tuvo todo para dar el gran golpe, para poder manejar el trámite y jugar con la obligación del local, pero Forlán desperdició la chance de abrir el tanteador cuando faltaba muy poco para el cuarto de hora del partido. Julio César le adivinó la intención al blondo delantero a la hora de patear un penal cometido a Lugano, y se estiró yendo abajo, a la izquierda, para desviar el balón.
La incidencia fue clave. Porque Brasil estaba nervioso, incómodo adentro de una cancha en la que no encontraba espacios para intentar hacer lo que mejor le sale, tener y jugar la pelota, aunque esta versión del seleccionado local todavía no lo asimiló de la mejor manera. Uruguay planteaba un partido inteligente, ocupando espacios, marcando de buena forma e intentando soltarse en ofensiva.
Ese penal podría haber cambiado la historia. O no. Pero sí fue un envión anímico para el local, que intentó aunque no todo le salía. Tan es así que luego de un remate de Forlán desde afuera del área, sobre la media hora, Brasil llegó con real claridad por primera vez.
Pero perdonar a Brasil es dar demasiada ventaja. Y ni hablar si se cierran mal los espacios en la última línea, como sucedió a poco del final de la primera etapa, cuando Fred le pegó mal a la pelota, totalmente solo de frente al arco luego de que Muslera diera rebote ante jugada de Neymar, marcando el primer gol del partido.
Uruguay intentó mantener la idea. Y Suárez, que esta vez no lució al igual que Forlán, estuvo cerca de la igualdad.
Apenas iniciado el complemento Cavani, que esta vez se puso el equipo al hombro y fue figura celeste en todos los sectores de la cancha, peleó la pelota en el área y remató cruzado para generar una incertidumbre terrible. Porque Brasil lo sintió, y ni hablar la tribuna.
Los siguientes minutos fueron quizá lo mejor del local, porque Uruguay le permitió tener el balón aunque sin que se generara demasiado peligro.
Ambos intercambiaron un par de incidencias de gol. Uruguay quería, mordía, y Brasil buscaba desesperadamente el camino a la salida a una situación incómoda, ante un rival que no bajaba los brazos.
Pero poco después de que el local se salvara, llegó un nuevo córner al segundo palo en el que Uruguay no supo responder. Ese gol de Paulinho, que se le escapó a Cáceres, fue lapidario. Porque quedaba poco; demasiado poco, al punto que Muslera fue al área rival a cabecear en dos ocasiones intentando hacer justicia.
Uruguay mereció otra cosa. Mordió en todos lados, le quitó los espacios al rival, y le ganó en ese juego sicológico. Pero lo perdonó y cometió un par de errores. Y con Brasil enfrente eso se paga caro.
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