Paysandú, Miércoles 03 de Julio de 2013

El desafío del conocimiento

Opinion | 02 Jul En la actual coyuntura, especialmente, uno de los grandes desafíos que se abre para el país, cada vez con mayor énfasis, y que no es solo cosa de un solo gobierno ni de dos, es encarar la educación y la capacitación, y más precisamente poner el conocimiento al alcance de las nuevas generaciones para contar con un instrumento fundamental en apoyo al desarrollo y la mejora de la calidad de vida de la población.
Es parte, naturalmente, del valor agregado de un país, que es un aspecto decisivo en el caso de las pequeñas economías como la uruguaya, que necesita --por esta condición-- establecer un valor diferencial más allá de su carácter de exportador de commodities y a la vez captar inversiones de empresas que tienen el “know how”, pero que necesitan técnicos y mano de obra capacitada como condición indispensable para instalarse y eventualmente reinvertir.
Es lógico que a las ventajas naturales para determinadas producciones primarias se debe agregar el capital humano indispensable para potenciar atractivos y recibir inversión, pero es impensable llegar a ello si en Uruguay no encaramos de una vez por todas una reforma de la educación en todos sus niveles.
Para empezar, todo intento que se haga debe estar en las antípodas de la esencia de la nueva Ley de Educación, que solo distribuye el poder en el gobierno de la enseñanza, y que surgió de la presión de las gremiales del sector luego de asambleas en las que solo participaron los directamente interesados, con la población destinataria al margen.
Entre otros aspectos no menores, es imprescindible contar con una enseñanza técnica y universitaria a tono con los tiempos, libre de prejuicios ideológicos, como el intento de mantener la omnipresencia y exclusividad del Estado en áreas en las que es posible –en realidad, necesario-- contar con el aporte privado, incluyendo la participación de empresas para invertir en la formación del capital humano que requiere.
Ejemplos de lo que debe hacerse para ponernos a tono con los desafíos de estos tiempos se dan en países emergentes como la India, que ya ha logrado encaminarse por la senda del desarrollo, pese a sus carencias y grandes contradicciones internas, al haber multiplicado en los últimos años su Producto Bruto Interno, la incorporación de infraestructura y mejora de la calidad de vida de su pueblo.
Es por lo tanto un ejemplo de lo que se puede hacer cuando hay un objetivo claro y se traza como política de Estado, que es la única forma en que se pueden obtener resultados a mediano y largo plazo. Y en este esquema es que debe encajar un pilar básico como un buen nivel de educación superior, fuentes de capital de riesgo y ciudadanos emprendedores, además de contar con una educación terciaria que fomente la combinación del conocimiento teórico con su aplicación práctica, lo que en gran medida no se concilia en nuestro país.
Otro elemento necesario es promover desde el Estado instrumentos que generen la creación de fondos de riesgo, públicos y privados, que creen las condiciones para el desarrollo de emprendimientos de pequeña envergadura en principio, pero con buenas perspectivas de crecimiento.
Y si bien el sector privado es el motor del desarrollo y la inversión, es impensable que pueda incursionar por sí solo en estos riesgos si a la vez no se cuenta con instrumentos como mayores incentivos fiscales para las inversiones en inteligencia y desarrollo, y una legislación más eficiente para proteger la propiedad intelectual y para estimular al máximo el potencial de los profesionales que se vuelquen a este tipo de emprendimientos.
Asimismo, en la era del conocimiento, paradojalmente no todo es conocimiento, sino que hay que acompañar la capacitación con otros instrumentos, estimulando por ejemplo el espíritu emprendedor de los uruguayos, dejando atrás el viejo ideal del puesto público seguro de por vida y promover el acometimiento empresarial como elemento diferenciador para generar riqueza, puestos de trabajo genuinos y estímulo del espíritu de superación, que en nuestro medio lamentablemente solo se genera en cuentagotas.


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