Opinion | 04 Jul Las bibliotecas nacionales son las responsables de la preservación de la herencia bibliográfica y documental de cada nación, teniendo además el rol de hacer posible y garantizar el acceso a todos los ciudadanos.
Corresponde a las bibliotecas nacionales conservar el patrimonio bibliográfico del país y cuentan para ello con la valiosa herramienta del depósito legal, que permite que copia de todas las publicaciones nacionales lleguen a ella para integrarse a esa herencia de la cultura protegida entre sus paredes.
En Uruguay, la Biblioteca Nacional es una unidad ejecutora del Ministerio de Educación y Cultura, cuyos objetivos centrales son recopilar, conservar, acrecentar, procesar y difundir el patrimonio bibliográfico y documental uruguayo.
Según su actual director, Carlos Liscano, finalmente la Biblioteca Nacional ha logrado romper una “inercia de 50 años”. Un avance sustancial, al menos para quienes vivimos en el Interior es la posibilidad de acceso a algunos de los servicios de la Biblioteca Nacional a través de Internet, lo que comprende la consulta de algunos ejemplares y documentos, así como los servicios de referencia, además de contar con algo fundamental como tener el catálogo de la Biblioteca en Internet, que el año pasado recibió 70.000 visitas y que en 2013 se estima superará los 150.000 usuarios.
Este catálogo permite, por ejemplo, que quien necesita un libro pueda informarse si está en la biblioteca sin necesidad de tener que viajar hasta Montevideo para eso o enterarse si está disponible para préstamos a distancia. Pero además, en los últimos tres años la institución ha enviado aproximadamente 70.000 libros a las 240 bibliotecas municipales de todo el país.
Asimismo, envía libros a las bibliotecas comunitarias, populares, cooperativas, de sindicatos, de iniciativas barriales; a escuelas rurales, a liceos de zonas carenciadas de Montevideo, a los institutos de Formación Docente y los Centros Regionales de Profesores (CERP) del país. Según informó Liscano, la Biblioteca también visita 150 escuelas rurales por año, llevando libros y narradores orales.
En definitiva, se trata de acciones descentralizadoras que, si bien son incipientes, están marcando una apertura que facilitan la accesibilidad desde todo el territorio nacional al menos a parte del patrimonio bibliográfico y documental de la biblioteca más importante del país, lo cual no es poca cosa.