Paysandú, Jueves 11 de Julio de 2013
Rurales | 07 Jul Todo transcurría normalmente en el tambo “Mi Viejo” de la familia Grondona López en la zona de San Javier, hasta que el 100 por ciento del ganado abortó. La leptospirosis, una zoonosis de alcance mundial que afecta a muchas especies de mamíferos salvajes y domésticos, acabó de un día para el otro con la única vía de ingreso, y como es lógico, un drástico cambio en sus vidas, que meses después procura revertir.
El problema para esta familia de colonos que se encuentra en la zona conocida como colonia Luis Alberto de Herrera, en el departamento de Río Negro, comenzó con la aparición de la leptospirosis. “En ese momento ordeñábamos 70 vacas y nos abortó el 100 por ciento”, recordó Rafael Grondona, acompañado por su esposa Ana María López, en tanto observaban a su hijo y nuera alimentar a los terneros que poseen en el predio.
“El impacto fue brutal”, dijo. “De un día para el otro nos quedamos sin nada, y lo peor, sin saber para dónde agarrar”. Comentan que la primera ayuda vino “del veterinario Javier López de Young, quien nos apoyó totalmente, porque no solamente la situación afectó los animales, sino que tuvimos que estar en un hospital de Montevideo con nuestro hijo más chico afectado por una leptospirosis”. En Uruguay es especialmente importante el diagnóstico precoz en vacunos, ya que provoca abortos espontáneos, muerte perinatal y agalactia con los consabidos perjuicios económicos para los productores. Cuando el hombre toma contacto con terrenos o aguas contaminadas con orina infectada, ya sea a través de mucosas, conjuntiva o piel erosionada, las leptospiras pasan al torrente sanguíneo produciéndose así la enfermedad. Ésta constituye la vía de transmisión más frecuente en los seres humanos, siendo posible también el contacto directo con fluidos o tejidos animales, y muy rara la infección a través de la ingesta de alimentos contaminados.
deudas
Con el paso del tiempo aparecieron las deudas. “No teníamos vacas y no ordeñábamos, por lo que la situación llegaba a límites insostenibles”, explican. “En ese pozo nos encontrábamos porque tuvimos que cerrar la empresa, y apareció el ingeniero agrónomo Enrique Regazzoni”. El entonces responsable de la regional Paysandú y San Javier del Instituto Nacional de Colonización (INC) “llegó un día, sin nosotros esperarlo, a nuestro predio en el auto del Instituto (de Colonización). Ahí le contamos qué nos sucedía y desde ese día encontramos un apoyo total de su persona. Si no fuera por él, no sabría decirle en dónde estaríamos hoy”, dijo el muy agradecido productor.
“La relación con el ingeniero agrónomo Enrique Regazzoni nos permitió volver a querer salir adelante después de este golpe. Nos visitó, nos guio y hoy vemos un mejor futuro, ya que esperamos para marzo o abril del próximo año poder volver a ordeñar en el tambo”, acotó.
Sin apoyo
Uno de los aspectos más preocupantes “es que no tuvimos apoyo ni del Estado a través del Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca, ni de la planta a la cual remitíamos nuestra leche”, indicaron. “Se hizo un proyecto a la planta ofreciéndole la titularidad de una propiedad para poder solicitar un crédito para la compra de 15 vacas y adquisición de pasturas”. “La negativa nos ayudó a hundirnos y encerrarnos porque el 100 por ciento del ingreso era a través de la leche y nos hizo endeudarnos con el Instituto Nacional de Colonización (INC)”, recordaron. Ana María puntualizó que allí están “aislados, un poco solos”, aunque reconoció que hay muchos colonos en la zona, pero cada uno tira para su lado. “Aunque no sea lindo decirlo, a veces estamos mirando por encima del alambrado qué hacemos y qué dejamos de hacer”, dijo.
El INC
Una mención especial a lo que sucede con el Instituto Nacional de Colonización: “Somos conscientes de que debemos al INC y le agradezco al Estado el pedazo de tierra que me dio para poder trabajar y educar a mis hijos. Pero me gustaría que hubiera varios ‘Regazzoni’, que apoyen al productor, y no que solamente nos visiten para dejarnos un papel diciendo que debemos, lo cual ya lo sabemos”, indicó Grondona.
“No es que no quiera pagarle al INC, pero la institución tendría que acercarse al productor no solo con una papeleta diciendo que estamos debiendo, sino para ver cómo estamos trabajando y asesorar para ver cómo se puede hacer para salir de situaciones como la nuestra”, añadió. Grondona explicó que su única propiedad --que recibió por herencia de su padre--, se vendió para pagar al INC. “No debería esperarse a vender la producción, como tuve que hacerlo antes que llegara Regazzoni, comercializando las vaquillonas para poder pagarle al INC”, detalló.
Proyecto y crea
Incentivados por el asesoramiento técnico de Regazzoni, “comenzamos a hacer un proyecto para la reapertura del tambo, y tenemos la expectativa de poder reiniciar la producción en marzo o abril de 2014”. “Frente a la necesidad de haber hecho un proyecto con él, quisimos que nos siga asesorando a pesar de no estar en nuestra regional, y por eso nos encantó la idea de sumarnos al grupo CREA de Colonos de Santa Kilda, quienes nos visitaron recientemente”.
Rafael Grondona y su familia hace unos seis meses integran ese grupo, con el fin de poder lograr la reapertura del tambo. Hay proyectos que comprenden la elaboración de quesos y con el remanente del suero seguir criando terneros.
La presencia del CREA en el predio de San Javier “nos permite que otros productores nos brinden sus impresiones de si lo que estamos haciendo está bien o ven la necesidad de algún cambio en algún aspecto de la producción”, explican.
El grupo CREA de los colonos de Santa Kilda --pioneros a nivel país en integrarse a la Federación Uruguaya de Grupos CREA (Fucrea)-- sumaron a Rafael Grondona y Ana María López, quienes junto a su familia, hoy respiran aires renovados y después de la tormenta, ven un mejor horizonte para su futuro.
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