Paysandú, Miércoles 24 de Julio de 2013
Locales | 23 Jul En su ya prolongado ejercicio del periodismo el responsable de esta columna ha luchado por defender la correcta expresión idiomática. No obstante no tener al respecto la especialización técnica del nivel de quienes son docentes, las enseñanzas que recibió en el ámbito hogareño, en los cursos primarios y secundarios, pero en importante medida a través de su actividad periodística en El Plata, le hicieron comprender la trascendencia de pugnar por la buena expresión.
En dicho vespertino, fundado y dirigido por el Dr. Juan Andrés Ramírez, donde integró el núcleo de redactores de su página editorial, recibió enseñanzas inolvidables, pues allí la preocupación por la correcta expresión idiomática estaba entre los primeros deberes derivados de las directivas emanadas de tan formidable cultor del periodismo.
De las directivas allí recibidas surgió la reiterada costumbre de pugnar periodísticamente por el buen idioma. Así lo ha hecho en EL TELEGRAFO y en La Democracia. Hoy lo reitera en esta columna.
Precisamente en El Plata aparecía una columna que llevaba como título “Es agradable hablar bien” en la cual se insertaba muy útil material al respecto; también El País durante varios años publicó a partir de 1998 la excelente columna “El buen idioma”, a cargo de María Antonieta Dubourg, lamentablemente fallecida. Sus primeras cien notas dieron lugar, bajo igual título, a su publicación en libro.
Entre los ejemplos que comprueban los diversos errores que con mucha frecuencia se cometen en materia idiomática se insertan, en La Democracia del 29 de abril de 2011, los siguientes, que se transcriben a la letra: “de acuerdo a” cuando lo correcto es “de acuerdo con”; utilizar la palabra “dictamen” como “decisión”, sin tener en cuenta el sentido exacto que en el caso concreto corresponde, dados los diversos significados que el diccionario acuerda a la palabra “sentencia”; decir “abrogarse” en lugar de “arrogarse”, equivalente a “atribuirse”, error muy extendido aquí y en otros países, y que hasta en el artículo 167 del Código Penal se ha insertado, pero se debe hacer presente que un colega suyo ha dicho que tan grueso error no pudo ser responsabilidad del codificador Dr. José Irureta Goyena (h).
En las notas citadas de El País se alude a los llamados “archisílabos” y a otros vocablos no correctos (alude a notas del Dr. Antonio Mercader) : “relacionamiento”, palabra inexistente por relación; “intencionalidad” por intención; “direccionar” por dirección; “conflictividad” por conflicto; “posicionamiento” por ubicación; “recepcionar” por recibir; “rispideces” (que tampoco existe) por fricciones; “problemática” por problemas; “carenciado” (también inexistente) por carente; “credibilidad” por crédito; “confidencialidad” por confidencia; “quiebre” --inexistente-- por ruptura; “atrás mío” en lugar de detrás de mí.
También se aludió al uso de la voz “puédamos”, a la palabra “campeonar”, también no existente, por ganar un campeonato, y a otras. Es también frecuente que la expresión “por qué”, que se usa antes de consultar sobre la causa de algo, se utilice en lugar de “porque”, que corresponde emplear cuando la consulta se evacúa: en efecto, lo correcto, verbigracia, es decir “por qué sales tan temprano” y responder “porque deseo ir despacio”.
En su libro “El mundo visto a los ochenta años”, aparecido hacia el año 1930, Ramón y Cajal, en cita que se toma de libro de quien fue director de “La Estanzuela”, Alberto Boerger, expresa su preocupación por “grandes y no siempre gratas transformaciones del lenguaje”, y llega a preguntarse cuál idioma se hablaba en España; a ello agregó que la Academia y filólogos se esforzaban “por contener el alud arrollador de vocablos exóticos y neologismos superfluos” que tuvieron “incidencia importante y absolutamente imparable en la lengua”, lo cual, según es notorio, se mantiene sin alteraciones, y obedecía, según con acierto señaló, a que las nuevas técnicas y la formidable transformación de las comunicaciones impone el ingreso de nuevos vocablos.
En Uruguay hemos considerado que incide desfavorablemente en el idioma una práctica que se ha desenvuelto en los últimos años, que consiste en utilizar en la publicidad vocablos provenientes del lenguaje deformado que prevalece en los ámbitos no académicos. Ese tipo de publicidad ha sido utilizada hasta por entidades docentes. Y se piensa que ello no puede sino tener, obvia y seguramente, desfavorable gravitación. Es que, como un muy competente especialista en materia de lenguaje sostenía, en texto de muy alto valor técnico, cuyo nombre no recordamos, el lenguaje idiomáticamente correcto y el popular circulan por sendas diferentes; pero, no obstante, siempre llega el momento en que vocablos o frases del idioma popular se desvían de sus ámbitos comunes e influyen en el idioma correcto.
Es pues conveniente que, dentro de lo que sea posible, quienes actúan en los ámbitos en los cuales prevalece el idioma correcto promuevan el empleo de métodos o prácticas que sean efectiva defensa del buen lenguaje para que, se reitera, en la medida de lo que sea posible, se pueda poner efectivos frenos o trabas a la deformación del lenguaje, por la gran trascendencia que tiene como medio de expresión, de relación entre personas y grupos, para expresiones artísticas, para la redacción de leyes y decretos, sin olvidar, claro está, lo que es para el ejercicio del periodismo. Hemos de volver sobre tema tan importante.
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