Opinion | 22 Jul Los nuevos acontecimientos políticos y fundamentalmente las crisis, generan movimientos de características y objetivos variados. Tan variopintos como sus integrantes y con reclamos que suelen llevarse hasta la exageración.
En medio de la crisis europea, surgió el movimiento de los “indignados” en España, que se reprodujo rápidamente en todas las provincias y generó un efecto inmediato en otros países cercanos. La débil situación económica, el aumento del desempleo y la desesperanza, tuvieron un efecto nefasto en la población y marcó un punto de inflexión en las jóvenes generaciones europeas. Aprendieron la diferencia entre un estado de bienestar y la recesión que genera pobreza hasta empujarlos al exilio, tal como ocurriera con sus bisabuelos.
En Uruguay, mientras tanto, desde mediados del año pasado existe el Movimiento Nacional de Inadaptados que en su declaración fundacional asegura que “los desaforados que generan violencia en los escenarios deportivos” no son los inadaptados, tales como suelen definirlos los populares relatores de fútbol.
Según el movimiento, “los inadaptados somos los que pretendemos ir, como lo hacíamos con nuestros padres, con nuestros hijos y familia, al estadio y no podemos hacerlo, pues el escenario deportivo es territorio de estos grupos que ya están sí adaptados a presenciar los eventos en medio de golpizas, insultos, alcohol, drogas y demás”.
El grupo es liderado por el exviceministro de Turismo, Jorge Azar Gómez, quien señaló que el mayor ataque a la Constitución “es ignorarla”, en tanto, afirmó que el objetivo del movimiento es “respetar y hacer respetar” la Carta Magna.
Así las cosas, se van creando movimientos conformados por ciudadanos que critican los aspectos por los cuales no se sienten representados y juzgan, desde su visión, la conducta de los líderes de turno y sus gobiernos.
En algunos casos, lo hacen como si no formaran parte de la sociedad y se ubican desde fuera para solicitar que el brazo fuerte de la ley y la justicia caiga con todo su peso, siempre y cuando sea para otros.
Una generación va educando a la que sigue y así sucesivamente. No obstante, algunos juicios de valores demuestran no tener responsabilidad alguna en los hechos que denuncian.
Un gobierno democrático ejerce y defiende la libertad de expresión y esa será la demostración de la fortaleza del régimen, donde la tolerancia y el respeto mutuo sean los mojones que marquen el camino. Lo contrario, ya lo conocemos, y sabemos a donde lleva.