Paysandú, Miércoles 31 de Julio de 2013

OPINIÓN

LA VOZ DEL PÚBLICO

Locales | 28 Jul No tan raro
Señor director:
Con respecto al caso policial tan sonado en los últimos días, permítame hacer algunos comentarios, que me surgen al leer la responsable y abundante información publicada en vuestro matutino.
Tal vez falte mucho más, pero con lo publicado hasta ahora alcanza para “hacer boca”. Sé, como todos los sanduceros, que las casitas llamadas “del Parque” y “de la Playa” son propiedad municipal, y que si uno quiere hacer una fiesta (asado, cumpleaños, reunión familiar, etcétera) puede usarlas, previo trámite de solicitud correspondiente en la IdP y pago del alquiler, como es lógico, dejando constancia de quién la solicita, para qué y quién se hace responsable del evento. Si alguien perteneciente a la IdP la usufructúa sin el debido trámite, comete abuso de funciones. Y si pasa algo, ¿de quién es la responsabilidad? O sea, lo que pase en el evento realizado sigue siendo responsabilidad de quien solicita el uso, sea “por derecha” o “por izquierda”. No puede decir “la pedí para un amigo y después no tengo nada que ver con lo que hagan”... Menos que menos, si es un jerarca el que “llama para pedirla”.
Tengo entendido también que si la policía intercepta a alguien que bajo los efectos del alcohol conduce un vehículo, debe inmediatamente retirarle al conductor la libreta habilitante y evitar que continúe su marcha. Tengamos en cuenta que los accidentes de tránsito son una de las principales causas de muerte en nuestra sociedad, y debemos ser cada vez más estrictos en el combate a este flagelo. La propia policía ha sido uno de los protagonistas en esta “lucha sin cuartel” y llama la atención que se le permitiera a alguien con alto índice de alcohol en la sangre, seguir conduciendo.
El incidente es más grave, si leemos las declaraciones de este abogado muy relacionado durante mucho tiempo a la Sección Jurídica de la IdP: “cuando llegaron las menores yo ya estaba tomado, no estaba en condiciones de discernir bien”. O sea que --según él mismo—debemos entender que estaba tan “tomado” ya al poco rato que llegó, que no supo distinguir la diferencia entre un “asadito entre amigos” y una “farra de adultos con menores”. (¡¿?!) Apenas ver si pudo ver “algo raro” y sospechar un poco.
La persona responsable de lo que allí sucediera (el jerarca que solicitó el uso del lugar) ni bien vio que iba a pasar a “algo raro” (como dice), debió haber suspendido la reunión inmediatamente y mandar a todo el mundo
para su casa. Pero no fue así. Se fue y dejó que pasara lo que pasara y cuando volvió ya quedaba poca gente, y no tuvo ni idea de lo que habían hecho o no hecho...
Y además de suspender la fiesta, lo que hubiese correspondido (ya que es un hombre responsable que “sale muy poco”) es que pidiera a alguien que lo llevara hasta su casa, y no que se fuera en su auto, y menos que llevara amablemente a la funcionaria (“responsable” (¿?) de la casita), a marcar tarjeta al Corralón (¿horas extras?) y luego volver a la famosa casita a buscar su moto, ¡previa parada en el domicilio de una muchacha que no conocía y que “se le subió al auto” (sin que él pudiera impedirlo), y luego, recién, irse a su domicilio a acostarse muy preocupado. ¿No son demasiadas vueltas para dar en un auto, con “ocho o diez whiskies; tomados rápido”. Manejar una cuadra “tomado” es un cosa, pero más o menos 36 de ida y vuelta del parque al Corralón y quién sabe cuántas hasta la casa de la muchacha desconocida y hasta la suya propia, es un poco
Riesgoso, ¿no? Suerte que no se le atravesó nadie en el camino. Suerte también tuvieron los policías que intervinieron en el operativo. En otros muchos países, a quien conduce “alegre” con 1,8 gramos de alcohol por litro de sangre, lo encarcelan. Aquí parece que le sacamos la libreta, le “retenemos” uno o los acompañantes, le permitimos que “meta prepo”, se ofenda, se ofusque...y lo dejamos ir.
Y otra cosa. Leyendo las declaraciones del imputado, descubrimos raras consecuencias del alcohol. Este señor no pudo distinguir situaciones, ni recordar caras, ni horas exactas, ni otros detalles que le hubiesen sido muy útiles a la jueza, pero sí pudo recordar letras y melodías de canciones y reconocer si alguien canta bien o mal... ¡Una maravilla el alcohol! Pero no tanto, porque si bien esos efectos extraños lo llenan a uno de coraje (tanto como para gritarle a la autoridad y enseñarle sus funciones sin que se lo pidan), el problema es que acorta mucho la memoria. Ya que estaba, y ya que tenía tan en claro las funciones de la policía, les hubiese avisado que “en la casita del Parque” había algo raro...
En vez de gritarles lo qué debían hacer, podría haber dicho algo así: “Justito, menos mal que están acá;
qué casualidad, miren, iba a buscarlos para avisarles que ahí en la casita del parque están realizando
una fiesta ‘medio rara’ con menores... Vayan rápido antes que alguien les avise que ustedes andan por acá y encima se escapen...”
¡Qué lástima! pues si hubiese hecho algo así, le hubiera ahorrado trabajo a la justicia y a la policía para llegar a descubrir una organización dedicada a la prostitución de menores colaborando con el procedimiento que estaban llevando a cabo para esclarecer la misma “cosa rara” que él mismo vio. (Le corresponde hacer eso, por profesión y por ciudadano de bien “que siempre ayuda a los demás”).
Al final, un jueguito de palabras para que sea más entretenido. Si él vio que había algo raro, hubiese avisado, para no quedar como un claro encubridor (cargo que hasta ahora “zafó” por no distinguir qué tan raro era lo raro). Si lo raro no era tan raro, hubiese esperado a ver qué tan raro era, o hubiese dejado que lo raro llegara hasta ahí nomás, suspendiendo la fiesta de inmediato. Claro que, de haberlo hecho, tal vez hubiese perdido alguna amistad de muchos años... y unos cuantos asados. Pero bué, “calavera no chilla” decía mi abuelo (o no deberían chillar), aunque los procesen por algo más que “por estupidez”.Ciudadano preocupado


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