Paysandú, Viernes 02 de Agosto de 2013
Opinion | 01 Ago Durante la última sesión del Consejo de Ministros, el presidente José Mujica planteó a sus directos colaboradores la necesidad de practicar austeridad “hasta en lo mínimo”, apuntando a controlar el gasto ante una coyuntura que ha cambiado respecto a la que se presentaba ante el país en los últimos años.
Según da cuenta El País, durante la sesión de gabinete el mandatario pidió a los secretarios de Estado que sean custodios con el gasto con el objetivo de “entregar el gobierno de la mejor forma posible” y reiteró que hay en el horizonte algunas dificultades económicas producto de un cambio en la coyuntura internacional. Incluso prevé que las dificultades a nivel económico y financiero pueden registrarse a partir del año próximo y complicar el inicio del futuro gobierno.
Al aludir a la necesidad de tener cuidado con el gasto, instó a formar equipos en las direcciones generales de cada ministerio para evitar duplicar las tareas y así ahorrar rubros y mejorar la gestión de gobierno. De acuerdo al matutino, dijo que no pide nada especial ni grandes ahorros, sino “buena administración, simplificando en lugar de duplicar”.
Estos enunciados y recomendaciones, que es preciso traducir en hechos, refieren a una apelación que ya ha hecho el mandatario en anteriores oportunidades, pero seguramente ha considerado del caso reiterarla por no tener la respuesta que aspiraba para que los números de “ahorro” se reflejaran más o menos significativamente en las cuentas públicas.
En realidad esta apelación a esta altura parece más bien un saludo a la bandera o un intento de mejor imagen ante la opinión pública, por cuanto durante los últimos años el aumento del gasto ha sido una constante en la gestión de gobierno, al punto que pese a que ha mejorado sustancialmente la recaudación como consecuencia de la mayor actividad por la favorable conyuntura internacional, también se ha incrementado el déficit fiscal, lo que indica que el gasto público ha crecido incluso más que la recaudación.
Este incremento indica que no se está siquiera intentando practicar la austeridad, porque además la Rendición de Cuentas enviada al Parlamento y todavía en discusión en el propio gobierno, prevé un aumento del gasto del orden de los 50 millones de dólares. Mientras que el déficit estructural estimado para este año asciende a 2,7 por ciento del Producto Bruto Interno (PBI), 0,7 por ciento más de lo que se estimaba hace un año.
Ello indica que pese a todo se ha consolidado la incorporación de gastos fijos a los que deberá hacer frente la próxima administración gubernamental, del partido que sea, porque además, pese a las apelaciones del presidente, dentro del Estado coexisten compartimientos estancos que duplican gastos y funciones, con un mar de burocracia y déficit notorio en la gestión que trasciende las sucesivas administraciones.
Y más allá de estas incongruencias que explican buena parte del gasto excesivo en el Estado, también debe tenerse presente que hay planteos que ni siquiera tienen en cuenta la posibilidad de ahorrar por lo menos parte de los recursos que aportamos no con poco sacrificio todos los uruguayos.
Es así que en las últimas horas se supo que la Institución de Derechos Humanos y Defensoría del Pueblo presentó a la Comisión de Presupuesto del Senado un proyecto para instalar su sede en el ex edificio del Calen (Centro de Altos Estudios Nacionales), en Montevideo, por un costo del orden de los 3.600.000 dólares, un proyecto arquitectónico que además del nuevo local incorpora un memorial a los derechos humanos.
El propio vicepresidente de la República, Danilo Astori, cuestionó en la mencionada comisión la oportunidad del requerimiento, y dijo que tenía una duda “profunda sobre la oportunidad y validez de este planteo”.
Esta observación va mucho más allá de la oportunidad naturalmente, y tiene mucho que ver con el gasto superfluo que sin embargo cuestionó Mujica ante sus ministros, lo que indica que en el Estado e incluso ante directivas dentro del propio gobierno, la mano izquierda no sabe o no le interesa lo que hace la derecha, y de esta forma surgen legítimas dudas sobre en qué medida podrá realmente contenerse el gasto y practicar la mentada austeridad, cuando los porfiados hechos van desmintiendo contundentemente todo lo que se dice querer hacer.
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