Paysandú, Sábado 03 de Agosto de 2013
Opinion | 02 Ago Entre los planteos y tironeos característicos de toda Rendición de Cuentas, en la que los organismos y gremios dependientes de los recursos que proporciona el Estado trasladan reclamos de mayores recursos y mejores condiciones para su funcionamiento, entre otros aspectos, se ha incorporado recientemente también la inquietud de autoridades universitarias en base a un planteo que ha sido común a los gremios de la enseñanza.
Pero en este caso los delegados de la Udelar han cambiado en alguna forma la pisada en lo que han sido sus reclamos, y en la Comisión de Presupuesto la delegación encabezada por Rodrigo Arocena con la Cámara de Diputados evaluó las consecuencias que a su juicio sufriría la educación terciaria estatal si no recibe una mejora presupuestal.
La delegación universitaria dio cuenta a los legisladores sobre inversiones, esfuerzos realizados y los posibles avances que tiene la Universidad por delante, a través de un extenso documento.
Asimismo, se destacó en la documentación el récord registrado en 2012 en lo que refiere a estudiantes egresados y se alertó sobre la posibilidad de que el aumento que se viene registrando “se estanque por falta de recursos”.
Así, refiere a que en 2011 por primera vez la Universidad otorgó más de 5.000 títulos de grado, y en 2012 superó los 6.000. En ese marco, la delegación planteó que en función de los recursos que se terminen por asignar “podríamos superar los 8.000 antes del fin de la década, o podríamos estancarnos”, según indica El País.
Lamentablemente, el tema parece centrarse –seguramente esa no es la intención, pero así lo parece-- en los números de egresados universitarios, lo que por supuesto es importante, pero no debería ser el eje de la problemática, sino que debe tenerse presente el factor calidad y el para qué, es decir que los profesionales y técnicos que se forman tengan la posibilidad de ingresar rápidamente al mercado de trabajo, de aplicar sus conocimientos y a la vez responder a las necesidades del país por estar volcados a las áreas en que más se necesita a los profesionales.
Es que entre los gremios de la enseñanza ha cundido la consigna --que no es nueva-- de que todo lo que se requiere son recursos, sin rendir cuentas por resultados y que en último caso, por añadidura y como elemento accesorio a la mejora salarial, vendría la mejora en el nivel de la enseñanza.
Ello dejando de lado el hecho de que desde hace ya tiempo se ha aumentado la afectación de recursos y el nivel de las retribuciones, sin que ello se haya traducido ni por asomo en una mejor en la calidad de la enseñanza estatal.
Hasta ahora, además, desde las autoridades tanto en Primaria como en Secundaria, pero sobre todo en este último caso, la alta deserción y la deficitaria formación que reciben los egresados de cada grado, pretenden combatirse con una mayor permisividad hacia el alumnado, es decir bajando exigencias para que los estudiantes puedan seguir cursando estudios, pero naturalmente con la condicionante de que cada vez tendrán menos conocimientos para el curso siguiente, y así terminarán en el precipicio cuando tengan que llegar al nivel terciario, sin la base mínima indispensable y trasladando el problema hacia los escalones superiores de la enseñanza, como es natural.
Esta encerrona no tiene salida, por lo menos buena, porque no es posible empezar a enseñar de nuevo lo que ya debería ser “archisabido” por el estudiante, y nos encontramos que debido a que en lugar de elevar el nivel de los alumnos se reduce el nivel de la enseñanza, “el liceo hoy en día recibe analfabetos, que tienen faltas hasta cuando escriben su apellido”, según denunció la ex directora de Secundaria, Graciela Bianchi.
A tal punto llega la baja de este nivel, que a no ser por las circulares que están vigentes, propuestas e impuestas por las autoridades, a cual más permisiva, la repetición sería del 70 por ciento en lugar del 33 por ciento actual.
Agregó Bianchi que “a los autores de las circulares no les preocupa el alumno, sino que les importó que pasaran de grado, porque buscaron que las cifras les den bien, aunque en los hechos los resultados siguen siendo muy malos”.
Es explicable la preocupación de las autoridades universitarias respecto al nivel que reciben de los estudiantes de Secundaria, y de las jerarquías de esta última rama por el nivel del alumnado que reciben de Primaria. Y así seguiríamos en una cadena en la que la constante es la caída de nivel y consecuente reducción de las exigencias para evitar que caigan las cifras de egresos y la deserción, como si el objetivo fuera éste y no la calidad y nivel del receptor de los desvelos, que debería ser siempre el estudiante. Y mientras se siga perdiendo de vista la calidad, que se traduce en capacidad para afrontar los desafíos del mercado de trabajo y de la vida en sí, en todos los órdenes, poco y nada de bueno podemos esperar del futuro, porque los cortoplacismos y la autocomplacencia siguen teniendo prioridad ante las reales necesidades de reforma integral de un sistema educativo que está cada vez más lejos de dar la talla que exigen estos tiempos.
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