Paysandú, Jueves 08 de Agosto de 2013
Opinion | 03 Ago Durante la reciente sesión de la Cámara de Diputados en que se aprobó el proyecto de ley de “regulación” de la marihuana, exclusivamente con los votos de la fuerza de gobierno, el diputado frenteamplista Darío Pérez, quien fue el voto disidente y tiene una concepción absolutamente contraria a la norma, igualmente dio el voto número 50 para la sanción, pero haciendo la salvedad de que la marihuana “es una bosta” con o sin ley, lo que por supuesto hizo poca gracia a sus compañeros de bancada.
Ocurre que desde mayo, por resolución del plenario del Frente Amplio, resumida en una declaración, la fuerza de gobierno acordó “aprobar en el plazo más breve posible un proyecto de ley que regule el mercado de marihuana donde el Estado uruguayo supervise la producción, comercialización y distribución del mismo con el objetivo de combatir al narcotráfico y evitar el ingreso al circuito de violencia y acceso a sustancias mucho más dañinas de sus consumidores y afirmar las políticas sanitarias que aseguran la prevención y reducción del daño”.
Es decir que, aunque con algunas modificaciones, el Frente Amplio ha seguido adelante con una iniciativa que solo ha apoyado en realidad una parte de los legisladores de la coalición, con los otros partidos políticos en contra, y además con una opinión pública decididamente adversa, según coinciden unánimemente las encuestas que se han realizado sobre el tema.
Pero en los sucesivos encuentros que se desarrollaron en procura de un acuerdo, han persistido las disidencias y aportes de algún diputado en el sentido de corregir algunas falencias del proyecto, hasta que Pérez se plantó decididamente en contra y hubo que “convencerlo”, con varias concesiones, para que votara a favor pero no sin antes reafirmar el concepto de “bosta” que le merece este alucinógeno.
El legislador también hizo hincapié en que debe ponerse énfasis en el aspecto educativo, es decir llevando a las escuelas y liceos programas tendientes a desestimular el consumo, en lugar de centrarse en una legalización y regulación con el cultivo a cargo de privados con un mensaje implícito de que “todo está bien” con la marihuana.
Este es precisamente uno de los puntos más débiles de un proyecto que ha tenido idas y venidas y que sin embargo ha sido llevado adelante pese a que en su momento el presidente Mujica dijo que no lo promovería si la opinión pública estaba en contra, lo que naturalmente no ha cumplido al seguir adelante pese a que las encuestas dan que ni siquiera un tercio de la población está de acuerdo con la legalización. Este “como te digo una cosa te digo la otra” deja un amplio margen de duda respecto a los anuncios que en forma contundente e inequívoca por el mandatario, y en este caso la idea ha sido llevada delante de todas formas, con el impulso de grupos oficialistas en el Parlamento.
Además, se ha ignorado olímpicamente lo que opinan los siquiatras y los sociólogos al respecto, así como los representantes de instituciones que tratan la problemática de la droga, que cuestionan seriamente la iniciativa.
El punto es que se ha mencionado desde el Poder Ejecutivo que el objetivo central es combatir al narcotráfico con el propio Estado participando en el comercio de la droga, y para ello se anuncian severos controles para hacer que la marihuana ilegal no circule en el mercado, pero nada se dice de que en realidad se está operando involuntariamente como un agente difusor de atractivos para probar una droga con el mensaje de que es inocua.
Y en cuanto a los controles, no puede soslayarse que todo ciudadano que tenga alguna idea más o menos aproximada de cómo actúa el Estado a la hora de “controlar” una diversidad de áreas, convendrá que en gran medida se está legislando en esta materia pour la galerie, por más que el presidente José Mujica haya manifestado hace pocas horas a través de su audición radial que no va a ser “un viva la pepa”. Todos sabemos que precisamente va a ser así, porque un Estado que no sirve para controlar más o menos bien nada de lo que está dentro de sus competencias, por ejemplo con un INAU que ni siquiera puede o intenta controlar más o menos la venta y consumo de alcohol por menores, entre otros aspectos de la problemática de la minoridad, estará en condiciones de “inspeccionar” que cada consumidor no tenga más de seis plantitas en su jardín o fondo y que además todos los integrantes del club de cannabis efectivamente la consuman, y no haya quienes además la consigan para ampliar la cantidad de droga que llegue a los adictos.
En suma, una experiencia que hace que despertemos la curiosidad del mundo, haciendo las veces de conejillos de indias para ver qué pasa, porque se ha asumido al fin de cuentas que hay poco que perder si se fracasa, lo que se verá de todas formas en el mediano y largo plazo, y seguramente apostando a la escasa memoria y la indulgencia de los ciudadanos.
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