Paysandú, Miércoles 14 de Agosto de 2013
Opinion | 14 Ago Las elecciones primarias celebradas el domingo en Argentina han dado para varias cosas. Para la mala “lectura” de las cifras, para que la oposición avizore el fin del kirchnerismo, para que la fuerza en el poder ejerza todo su peso para demostrar que el golpe no ha sido tan duro, y para el surgimiento de un nuevo líder, entre otras cosas.
El Frente para la Victoria (FpV) se vanagloria de haber sido el más votado a nivel nacional. Es tan cierto como inevitable, porque fue la única fuerza que se presentó en todos los distritos. Pero la votación que obtuvo (26%) es cinco puntos más baja que la lograda en las complicadas elecciones de 2009, y está a años luz del 54% que logró la propia Fernández en 2011.
Una lectura más real de las cifras electorales, determina que el FpV ha perdido en 14 de los 24 distritos electorales en que se divide el vecino país, entre ellos los cinco principales (la provincia de Buenos Aires, Córdoba, Santa Fe, la capital federal y Mendoza). La derrota se ha extendido a bastiones del kirchnerismo, como Santa Cruz (provincia natal de Néstor Kirchner) o Chubut.
Las elecciones tuvieron como objeto elegir los candidatos que se presentarán a las legislativas de fines de octubre, pero en realidad, el electorado las tomó como un plebiscito sobre la gestión gubernamental. Y el desenlace dista de ser alentador para Cristina Fernández y los suyos. Por el contrario, les dejó un gusto amargo, porque vislumbra lo que para muchos es el comienzo del fin de una era. La mejor representación de eso fueron las declaraciones de varios dirigentes especialistas que han reconocido que ya no hay posibilidad para otra reelección.
Desde Tigre surgió un nuevo líder, una estrella emergente. El excompañero de ruta de Fernández, Sergio Massa, ganó en la estratégica provincia de Buenos Aires, con casi el cuarenta por ciento de los votantes de todo el país. Resta saber si este será un fugaz liderazgo o se afianzará, dándole nueva vida al peronismo para las presidenciales de 2015.
Uruguay mira con sumo interés el desarrollo electoral argentino, porque ha sufrido y sufre los excesos cristinistas en la economía y la gestión, con trabas por doquier al comercio entre ambos países, que se dicen muy hermanos pero que a veces solamente demuestran que los parientes son los peores.
Todavía, empero, es muy pronto para pensar en un epitafio para el kirchnerismo, más allá que se ha definido por la confrontación permanente y no logra controlar ni la inflación ni la inseguridad. Pero es claro que ha sufrido una derrota contundente, aun cuando se empeñe en manipular las cifras. Ha perdido donde no podía hacerlo si quería seguir soñando con la reelección.
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