Paysandú, Sábado 17 de Agosto de 2013
Locales | 14 Ago Problema del socialismo es que terminaremos quedándonos sin
el dinero de los demás
El ideal moderno de igualdad no comprende que exista una distribución de bienes igualitarios, sino que las distribuciones desiguales comprenden lo justo.
Pero el cuestionamiento, y el problema que constituye esta es que como individuos y hombres somos dueños de nosotros mismos. Entonces, ¿qué es lo que sucede cuando adquirimos nuestras riquezas sin perjudicar a alguien? Si solo hacemos uso de nuestro esfuerzo y talento, aunque generamos desigualdad esta no debe ser considerada injusta, por lo tanto no deberíamos ser obligados a transferir nuestra riqueza a los demás, ya que no es nuestra obligación brindar lo que es legítimamente nuestro hacia los desfavorecidos. Entonces si el Estado nos quita en contra de nuestra voluntad, dinero, ganancias o bienes que nos pertenecen para ayudar a otros o para sus propios intereses este nos ha estado coaccionando y no seríamos dueños de nosotros mismos sino que formaríamos parte de una esclavitud, y puesto que cada uno es dueño de sí mismo nadie puede exigir nada sin el consentimiento de cada uno.
¿Es posible establecer igualdad de oportunidades en nuestro país? Este ideal de igualdad y todos los aspectos que lo conforman están presentes en la situación de Uruguay, un país que desde el año 1971 lucha por el socialismo.
Según la coalición izquierdista, el socialismo debe dar señales de construcción de una sociedad solidaria, democrática, sin individuos bajo explotación, que sean armas de libertades cada vez más profundas, apostando a una mayor participación, en la cual se actúe con justicia, donde se tome en cuenta el movimiento juvenil, el movimiento cooperativo y el movimiento sindicalista, teniendo en cuenta la lucha por los derechos humanos, en un país que avance en la integración regional con un sentido latinoamericanista.
Según como rige el sistema socialista podemos observar que se contradice en algunos de sus aspectos, ya que es no posible alcanzar la igualdad total solo toma en cuenta un fragmento de la sociedad.
Es entonces que respondemos a las preguntas: ¿Dentro del socialismo, cuáles son las formas que implementaría para formar cooperativas, empresas estatales y autogestionarias entre otras, con las propiedades privadas? ¿Cuáles serían las políticas dominantes, y cómo podríamos crear una integración social y territorial, si estableciéramos una igualdad entre el trabajo y la cultura del trabajo, la educación y las sensibilidades, medidas concretas y medidas diferenciadas para los sectores más débiles de la sociedad? ¿Cómo distinguiríamos y aceptaríamos una cultura predominante, basándose en el nivel social promovida a la población, no de manera excluyente ni administrativa sino a través del protagonismo ciudadano, teniendo en cuenta la sociedad civil y el Estado? ¿Cómo afronta un sistema socialista la dinámica actual que requiere de cambios minimistas hasta extremistas cotidianamente que hoy emergen en el mundo, ya sea la inseguridad, el medio ambiente ya sea en su explotación y reserva, la sustentabilidad de los procesos económicos y productivos, es decir el mecanismo de exportación e importación, el mercado local y el mercado extranjero, la globalización, la violencia y discriminación en todos sus aspectos?
Si aspiramos a la igualdad económica, ¿dejaremos de lado la igualdad de derechos y obligaciones? Para comprender un poco y entrar en idea vamos a compartir una historia que tiene una moraleja, referida al socialismo y a su sistema de distribución de riquezas.
Todos los fines de semanas, diez hombres se juntan en un bar a tomar unas copas, y su cuenta final siempre es de cien pesos. Debido a que todos pertenecen a distintos estratos sociales acuerdan pagar la cuenta de la misma manera que se pagan los impuestos en su país, esto es de acuerdo a la escala de ingresos de cada uno. Entonces los primeros cuatro hombres son pobres, por lo tanto ellos no aportarán a la cuenta, el quinto hombre pagará un peso, el sexto pagará tres pesos, el séptimo pagará siete pesos, el octavo doce, el noveno dieciocho, y el décimo pagara cincuenta y nueve pesos. Esto ocurrió durante meses, a lo que el dueño del bar les dice, “por ser tan buenos clientes les descontaré veinte pesos, ahora solo pagarán ochenta”. Pero, ¿cómo debían repartir los pagadores para que cada uno reciba de manera justa? Entonces el barman sugirió que sería justo reducir la cuenta de cada uno en la misma proporción y procedió a calcular la cantidad que cada uno debería pagar. Así, el quinto bebedor dejo de pagar, el sexto pagó dos pesos en lugar de tres, el séptimo pagó cinco en lugar de siete, el octavo pagó nueve en lugar de doce, el noveno pagó catorce en lugar de dieciocho y el décimo pagó diez pesos menos de lo usual. La rebaja no afectó en nada a los cuatro primeros, que no aportaban por ser pobres. Una vez afuera del bar comenzaron a comparar lo que estaba ahorrando cada uno de ellos. Entonces luego de comparar lo se le había descontado a cada uno: “¡Un momento!”, gritaron los cuatro primeros. “Nosotros no hemos recibido nada de nada. ¡El sistema explota a los pobres!”, pues el décimo hombre, quien aportaba más tuvo un descuento de diez pesos. En represalia, los nueve hombres rodearon al décimo y le dieron una paliza.
El Estado ha creado leyes que condicionan a las empresas privadas, algunas de estas exigiendo la paga de algunos impuestos, los cuales están destinados a cobrar un porcentaje de la ganancia de la empresa. Estos porcentajes que brindan distintas empresas, son manejados por el gobierno, y destinados a distintas áreas.
Según AGEV, (Área de Gestión y Evaluación del Estado), existe un crédito total abonado por dichas empresas. Este crédito se divide en varios aspectos, por ejemplo: el 26% está destinado a los servicios públicos generales; el 23% está destinado a la protección y seguridad social; el 17% está destinado a la educación; el 10% es utilizado para fines de salud; y El 6% es destinado a la seguridad pública.
Aun así, estos porcentajes no parecen ser suficientes ya que los agentes sociales que constituyen distintos aspectos se sienten insatisfechos con el aporte del Estado. El Ministerio de Salud Pública afirma que: “Los pacientes y usuarios tienen derecho a recibir tratamiento igualitario y no podrán ser discriminados por ninguna razón ya sea de raza, edad, sexo, religión, nacionalidad, discapacidades, condición social, opción u orientación sexual, nivel cultural o capacidad económica”.
Una de las normas de salud pública para acceder a la misma, es tener un carné. Estos carnés se disponen de la siguiente manera: carné gratuito, que va dirigido a los individuos que carecen de oportunidades económicas, este consta de estudios, traslados, medicación e internación gratuita; otro carné que consta del 20% pago de los servicios que salud pública puede brindar; otro que brinda el 30% y el otro carné no cubre ningún gasto. Pero quienes deben pagar, son los que más han aportado para que la salud pública progrese y quienes no han aportado son los que gozan libremente de este privilegio.
Podemos concluir que el Estado prioriza a cierto fragmento de la población, que está constituida por aquellos que llamamos desfavorecidos, tratando de establecer una igualdad coaccionando a aquellos que han logrado su riqueza, ya sea que la haya obtenido explotando los recursos humanos, o debido a su talento y esfuerzo.
Y ningún individuo debe ser obligado a transferir sus riquezas, ya que cada uno de nosotros tiene la autonomía de actuar como deseemos, decidiendo si es que debemos ayudar y de qué forma se hará.
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