Paysandú, Jueves 22 de Agosto de 2013
Opinion | 15 Ago El derrotero hacia el que van arrastrando los sucesivos gobiernos a la Argentina es todavía muy difícil de desentrañar, pues los vecinos de allende el río conjugan políticas económicas de corte suicida con un potencial enorme en recursos naturales, lo que les permite ir paliando las consecuencias de decisiones populistas y erráticas, que han hecho por ejemplo que la Argentina sea la oveja negra de una región que ha crecido a tasas casi asiáticas en los últimos años, ante las favorables condiciones internacionales. Por ahora, pese a los desmentidos del gobierno de Buenos Aires, ya se ha ingresado en la denominada “estanflación”, es decir una economía que prácticamente no crece y con una inflación que ronda el 26 por ciento, aunque oficialmente sólo se reconoce un guarismo del 10%.
Por supuesto, este problema no surge hoy, sino que es la consecuencia de un proceso que acumula inconsistencias macroeconómicas que resultan en el encierro en que se encuentra la Argentina, a lo que se agrega una fuga neta de capitales que ha dejado al país con mucho menos recursos, pese a los muy buenos términos del intercambio comercial.
Por lo pronto, algunos elementos pueden dar una idea aproximada de los factores y manejos a contramano de la razón que han puesto de relieve sobre todo los gobiernos de la Administración Kirchner, que han tirado por la borda la oportunidad de sincerar la economía en ancas de los precios excepcionales que se han pagado en los últimos años por los productos primarios como la soja y otros rubros en los que la Argentina tiene condiciones inmejorables para producir.
Marcelo Elizondo, directivo de la consultora DNI, que elaboró un índice que mide la posición argentina en la región para el desarrollo de negocios internacionales, sostiene que en un mundo donde todo está integrado es crucial ser atractivo para las empresas.
“Hoy las relaciones entre las firmas de alianzas y acuerdos estratégicos, más que de esporádicas compraventas, es muy difícil exportar si no se importa y si no se recibe inversión extranjera”, según da cuenta al suplemento Economía y Mercado del diario El País. Considera el economista que es justamente la inversión uno de los aspectos en que nuestros vecinos tienen un perfil netamente deficitario, y es así que en 2011, último año en que captó como inversión extranjera directa, la ubica sexta en la región, detrás de Brasil, México, Colombia, Chile y Perú, pese a sus condiciones naturales tan favorables.
Pero claro, una sola golondrina no hace verano, y según Elizondo, otros elementos que influyen son un bajo nivel de exportaciones, pertenencia a un bloque comercial --el Mercosur-- que no ha colmado expectativas, alto gasto público, escaso crédito al sector privado, alta inflación, menor crecimiento del Producto Bruto Interno (PBI) y baja diversificación geográfica de sus polos productivos. Ello explica que Argentina tenga la tasa más baja de crecimiento de exportaciones en América del Sur en una década, cuando ha tenido condiciones externas muy favorables para tener el liderazgo regional en la materia.
Ocurre que todo pasa por la voracidad fiscal de la Administración Kirchner para seguir sosteniendo y aun profundizando políticas populistas --la corrupción también ha hecho su parte--, donde ha apostado a extraer recursos de los sectores productivos primarios, es decir del sector agropecuario, y ha aumentado impuestos que han sido demoledores para un sector que ha protagonizado un “boom” en la región, como es el sojero, al punto de expulsar productores hacia países vecinos como Uruguay y Paraguay, donde las condiciones son mucho más atractivas para comprar y arrendar campos.
Es natural que si se tiene un gasto público que llega al 42,6 por ciento del Producto Bruto Interno, que es el mayor proporcionalmente de la región, hay que sacar dinero de todos lados para hacer frente a compromisos que lejos de reducirse, han crecido por efectos de los subsidios y la necesidad de incorporar más dinero para contener los precios, en una lucha en la que éstos van ganando, de todos modos. Pero además pesa mucho el hecho que no existen garantías para nadie en la Argentina actual, que se rige por las simpatías hacia el gobierno para favorecer o castigar a cada sector o incluso las empresas. La desconfianza hacia el gobierno es tal entre los empresarios y la población en general que la publicitada apuesta a los “Cedines” --bonos de inversión inventados por el polémico Secretario de Comercio Interior, Guillermo Moreno, para recuperar las divisas que los empresarios mantenían en su poder--, fracasó estrepitosamente al recaudar en un mes poco más de 20 millones de dólares, cuando la meta era lograr unos 4.000 millones en 90 días. Ahora ya se habla de “un nuevo plan”, mientras una tarjeta de crédito que el mismo asesor presidencial anunciara como “súpercard” para controlar la inflación, ya se presenta como “minicard” por el insignificante impacto que tendrá.
Este panorama, por supuesto, es disuasivo para invertir, porque pese a ser un gran mercado interno, las políticas erráticas y discrecionales, violatorias de las reglas de juego, no son lo que las empresas necesitan para desarrollar su plan de negocios. Consecuentemente, lejos de ser esta una “década ganada” para la Argentina, como dice a menudo la presidente Cristina Fernández, lamentablemente el vecino país ha acelerado el descenso por el despeñadero, porque en ancas del populismo y las urgencias electorales el margen de maniobra prácticamente no existe, y por lo tanto no hay hacia donde girar el volante y menos aún aplicar los frenos.
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